jueves, 19 de agosto de 2021

 EL ANILLO DE GIGES




Platon nos habla en su segundo libro de "La Republica" de un mito en el que un pastor encuentra un caballo de bronce con un cadaver en suinterior. Este cuerpo lleva un anillo de oro con el que se queda el pastor. Mas tarde se da cuenta de que tiene poderes magicos, aportandole el don de la invisibilidad y en vez de utilizarlo para hacer el bien, seduce a la reina y se sirve del anillo para matar al rey y hacerse con el trono.

Las enseñanzas filosoficas que nos querian mostrar coneste mito, era que todo hombre es malo por naturaleza y solo se comporta bien por miedo a las represalias, si tuvieramos la posibilidad de hacer algo sin ser descubiertos lo utilizariamos para hacer el mal. Esto contrasta con lateoria de Rousseau en cuanto a que el hombre es bueno por naturaleza. En "El señor de los anillos" de Tolkien tenemos un caso similar pero con la diferencia de que en esta historia el propio anillo va corrompiendo al portador y veremos la lucha del protagonista (Frodo) uno de los seres mas pequeños de toda la tierra media, parallevarlo a su destruccion, cosa que otros seres mas fuertes y grandes no habian logrado.

H G Wells también trato este tema en "El hombre invisible" y muy recientemente estudios como el de Zavadivker utilizan este mito para tratar el problema actual del anonimato en las redes sociales y su impunidad para hacer cualquier cosa en internet, igual que Hancock en "El efecto de deshinhibicion online" en donde las personas son mas proclives a la ofensa y a las groserias en internet debido al "anonimato" que da la red.

Encontramos otro mito parecido con el Casco de Hades que hace invisible a todo aquel que lo llevara puesto.

No deja de ser llamativo el echo de pensar que el ser humano solo es capaz de tener un comportamiento correcto por miedo a las represalias, y la circunstancia de poder hacer algo sin ser visto le da la libertad para tener comportamientos negativos en la sociedad.

Finalmente el anonimato nos da la libertad para hacer cosas que no hariamos de no tener este anonimato y este concepto nos lleva irremediablemente al famoso efecto manada o incluso a la brutalidad policial. El echo de estar reenforzado por un grupo que anula nuestro individualismo nos da la libertadad para realizar todo tipo de tropelias. 

Algo que deberia ser buscado y pretendido por todos "el individualismo" finalmente solo seria un freno para comportarse como realmente somos y sacar nuestro perfil mas salvaje 

lunes, 22 de febrero de 2021

"las quince felicidades del matrimonio"

"Las quince felicidades del matrimonio" es un texto satírico francés en prosa publicado anónimamente a mitad del siglo XV que presenta un cuadro de disputas y engaños conyugales: la sátira misógina analiza la ceguera de los esposos colocados en situaciones cotidianas y concretas.

Posibles autorías

Las diferentes publicaciones de las felicidades entre el XV y el XVI son anónimas.

Unos versos octosílabos colocados al final de un manuscrito de la biblioteca de Rouen fechados en 1464 nos deja el nombre del autor de una forma muy enigmática. Se propusieron varios nombres: entre los más asiduos Antoine de la Sale, pero también Jean Wauquelin, Gilles de Bellemère, Abel Lemonde de Mers, Simon de Hesdin…

Una edición crítica del texto realizada por François Tulou en 2010 (simple reedición de 1936 no actualizada) en la que figura por tanto el nombre de Antoine de la Sale en la cobertura. Elementos como la sátira bufona y la guerra de sexos acercan a «Las quince felicidades del matrimonio» a la contribución de La Sale con sus «cien nuevas novelas» mientras que La Sale no es el autor. A pesar de que efectivamente la novela numero cincuenta de La Sale, primer maestro del hotel del duc moseineur, lleva su nombre.

Un artículo de Stéphanie Benson, Nelly Labére y Gilles Mangard propone que el autor sería Alain Taillecoul (alrededor de 1350-1396), señor de Lauresse.



Una prosa entre sátira y narración


El autor parodia un texto de devoción popular, «Las quince felicidades de la virgen», y enumera en quince cuadros las «felicidades», o más bien, las infelicidades del hombre atrapado por las “trampas” del matrimonio, presentado como la fuente de todos los males domésticos, y sobre todo como el origen de la desgracia suprema de todo ser humano: la pérdida de la libertad. El tono es claramente misógino y anti feminista y está inscrito en la tradición medieval que remonta a Saint Jérôme (sobre todo su Adversus Jovinianum) o las maquinaciones y trucos femeninos causan las desgracias del hombre; peroelmaridoes presentado como un desgraciado sin imaginación, “metamorfoseado en asno sin necesidad de ningún encantamiento” tan culpable como su esposa, y que él mismo ha probocado su desdicha: “Dios ha dado frio solamente a aquellos que sabe que están suficientemente abrigados como para poder soportarlo. El texto ofrece un cuadro vivo y repleto de trampas de la vida conyugal, sin deseo de corregir los modales, pero con una mirada irónica, siempre divertida. El interés del texto está en que cada uno de los quince cuadros, medio narrativos medio satíricos, en un lenguaje próximo al habla natural, es en si una pequeña novela con numerosos diálogos vivos realistas. La verdad general se encamina hacia la escena ficticia a través de proverbios como “a la aventura” (por casualidad en el francés de la edad media) que señalan un cambio de régimen discursivo al principio de cada cuadro.


sábado, 2 de febrero de 2019

"CARA DE PAN" SARA MESA



 Resultado de imagen de Cara de panLa escritora sevillana Sara Mesa nos presenta su octavo libro donde nos cuenta la historia de una relación, no siempre entendida, entre una niña y un viejo que se conocen en el parque un día que ella estaba allí leyendo en lugar de ir al colegio, al que ya hacía tiempo que no iba por un supuesto caso de bulling.

Todo el peso de este corto pero intenso libro, lo lleva los encuentros entre estos dos personajes a los que ni siquiera quiere poner nombre, Casi; porque tiene casi catorce años, y Viejo, por razones obvias.

El libro tiene una clara división en dos partes, en la primera se nos muestra los personajes, con gran sutileza Sara nos deja ver de ellos solo lo que nos quiere mostrar, pero al final nos damos cuenta de que en realidad son más complejos de lo que parecíamos vislumbrar al principio de la novela.

En la primera parte la historia que estaría más encuadrada en lo que vendría a ser una novela juvenil o adolescente, una preadolescente inteligente que no se adapta al colegio y deja de ir porque la llaman cara de pan, encuentra a un viejo normal en principio, en apariencia un jubilado aficionado a los pájaros, hasta aquí nada nuevo, podríamos pensar en este punto que la cosa va a terminar mal, que el viejo se intentará aprovechar de la chica o raptarla o algo así. Pero la historia da un giro insospechado que no voy a contaros para no estropear la sorpresa y es entonces cuando empieza la segunda parte. A mi gusto, mucho más interesante.

En cuanto a los recursos que utiliza Sara, lo más destacable es el narrador en tercera persona no omnisciente, focalizado en la niña y el diario que esta escribe. Un diario que será muy importante en la segunda parte ya que añade un giro de tuerca al ser la imaginación de la chica la que prima sobre lo que allí escribe, alejándose de la historia real.

Una historia de perversión, una perversión basada en la sociedad, en lo que para la sociedad debe ser una perversión, ya que mediante la relajada narrativa de Sara Mesa vemos que no hay nada de perversión entre ellos, solo dos seres perdidos que se encuentran.
Personalmente me gusta mucho la metáfora del sito donde se dan cita cada dia, al ser cerrado, rodeado de arbustos como un nido donde ellos se pueden sentir seguros, a salvo de miradas interrogatorias de la gente que les ha desterrado de la sociedad. Un nido que cierra la metáfora con el interés del viejo por los pájaros. Este sitio oculto de todos contrasta con la cafetería de la escena final, un sitio público, delante de todos, mostrándose ya sin miedo.

En definitiva, este “cara de pan” es un libro corto que se lee rápido y con gusto, pero que nos deja un regusto un tanto amargo, una especie de aspereza de trasfondo para reflexionar sobre la sociedad, lo que está bien visto, lo aceptable, qué podemos hacer y qué no, qué es raro y qué bien visto, en definitiva, una reflexión sobre el qué dirán enfrentado a lo que nosotros queremos hacer y nos hace feliz.

miércoles, 26 de abril de 2017

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En la primavera de 2011 se emitió un programa para la televisión nacional con el objetivo de realizar una serie de documentales sobre “la nueva forma de vivir de los españoles” tras los recientes acontecimientos relacionados con el cambio climático y las consecuentes variaciones en la forma de vida de los habitantes de nuestro país a raíz de dicho suceso. Así nació “Al aire libre” en el que José María Maldonado se había hecho introducir una micro cámara en la corteza cerebral que iba reproduciendo en tiempo real todo lo que registraba su iris, como una mirada en primera persona de todos los elementos a estudio. El reportaje que proyectamos hoy, estuvo realizado en el invierno de ese mismo año. Esperamos que lo disfruten.

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Todos los derechos reservados 2011 por EDICIONES SENDERS S.A. cualquier copia, edición o reducción, corrección, exhibición, alquiler, intercambio o contrato, préstamo, difusión o emisión de exhibiciones públicas de este DVD o de alguna parte del mismo sin autorización expresa están terminantemente prohibidos y la realización de cualquiera de estas actividades haría incurrir en responsabilidades legales y podrá dar lugar a actuaciones penales.
Distribuido por EDICIONES SENDERS S.A. carrer dels vapors nº 1 en SANT BOI DE LLOBREGAT (BARCELONA)
Duración aprox.: 41,32 minutos. Nº Expediente: 27051977 dep. leg. No recomendada para menores de 16 años.

Buenos días señoras y señores teleadictos a la realidad de la vida más real que nunca gracias a, ya lo saben, la incalculable ayuda de la micro tecnología.
Hoy trataremos en profundidad el tema ¿Cómo viven los españoles de hoy?
Como consecuencia de los recientes cambios en nuestro ecosistema. Me dirijo al barrio de les Corts en Barcelona donde se agolpan las familias más pobres de la ciudad.
Como pueden observar la pobreza se apodera de toda esta pobre gente que se ve obligada a tapar sus inmundos cuerpos con abrigos de visón. En el último año la superpoblación de visones por toda España ha dado como resultado que los más pobres han comenzado a utilizar su inmunda piel en oleadas para taparse. Ellos mismos confeccionan dichos ropajes, pero no sólo hacen ropa con ellos, como vemos en esta casa de un mísero profesor de universidad, tienen todo tapizado con dicho material y lo podemos encontrar incluso en toallas, trapos y bolsas para almacenar su inmundicia. Vamos a tratar de acercarnos a semejante elemento. Les aseguro que no sé lo que puede pasar. Estos seres han demostrado ser sumamente violentos y les confieso que temo por mi propia seguridad. Pero ¿Qué le vamos a hacer? Éste es mi trabajo… voy allá. Está jugueteando con uno de esos aparatejos para masas que podemos encontrar tirados en cualquier mercadillo de la ciudad, esos malditos ipod con los que intentan estar conectados al resto de la manada. Espero que no me lo tire a la cara.
-Sr. Por favor.
-Yo no me llamo así.
Recibimiento hostil.
-Trabajo para la televisión pública “Telepaco” y me gustaría hacerle unas preguntitas.
-¿Otro de esos?
-Cómo otro.
-Ya es el tercero que viene esta semana. ¿Cómo dijo que se llamaba su canal?
-“Telepaco” soy del programa “Al aire libre.”
-No tengo ni idea de nada de eso, nosotros, sólo podemos ver canales por satélite.
-Bueno ¿Puedo hacerle unas preguntas o no?
-Sí, pero rapidito que tengo que darme un baño en el yacusi.
-¿Cómo puede soportar vivir así?
-Y qué quiere ¿Usted sabe lo que cobra un profesor de universidad?
-Pero es que… ¿A quién se le ocurre?
-No claro ¡cómo si hubiera podido elegir! Vosotros los periodistas lo veis todo tan fácil. La cultura es lo único que nos ha quedado a los pobres como divertimento. Y de algo hay que vivir.
-Es verdad. Veo que tiene un diamante incrustado en la pared. A qué se debe.
-¿A qué se debe? Hace dos meses se me rompió la pared de cartón y como no tenía nada más a mano tuve que meter ese pedrolo para evitar que este maldito calor se apoderara de la casa.
-¡Pero en cambio llevan esos visones y tiene aire acondicionado en todas las habitaciones!
-Encima con recochineo.
-No, no para nada.
-Entonces ¿Eso es todo?
-No, si me permite, no sé, me gustaría que les contara a nuestros teleadictos cómo es su vida. No sé, sus pasatiempos, su alimentación… que nos comente, en definitiva, qué es ser pobre en estos tiempos en España.
-Pues; un asco.
Se mueve nerviosamente, creo que me voy a apartar un poco, estos seres cuando se sienten en peligro siempre atacan. Camina de un lado al otro de la habitación y no sé si se han percatado de los ojos de loco con los que me mira.
-Le cuento, pero me tiene que prometer que luego me dejará en paz.
-Se lo aseguro.
-Nuestra comida se compone básicamente de caviar, champagne y todas esas guarrerías que podemos encontrar en la calle o el campo. ¿Usted se cree que podemos ir al Corteinglés a comprar chope o patatas o todas esas delicatessen que comen los ricos?
-¿Y cómo hacen?
-Los domingos bajo con mi hijo al mar a recoger todo el caviar y salmón para la semana. Nacen como setas en esta época del año, ayer mismo me encontré una trufa negra en el parque donde paseo con mi niña pequeña.
-¿Una trufa? ¡Qué asco!
-Ya, pero ¿Qué iba a hacer? Tenía el tamaño de una cabeza humana. Y sé que nos podemos alimentar con esa mierda casi un mes.
-Madre de Dios ¿Pero alguna solución habrá?
-Sí claro. Pero eso tendría que írselo a preguntar a los que mandan. A ver si se deciden a hacer algo por nosotros. Sobre todo, intentar arreglar la biosfera que está hecha un cristo gracias a los países que antes eran ricos.
-Pero eso es imposible porque los africanos nunca lo permitirán.
-Claro. Y así estamos. Mientras ellos tengan interés en que nos sigamos pudriendo vivos para seguir manteniendo el poder del mundo…
-Se ha hablado mucho últimamente de que todo esto que ha pasado ahora era un plan que habían comenzado hace muchos años los africanos con ayuda de algunos países asiáticos para que todo terminara así.
-No lo dude. Todo esto ha estado orquestado. Miles de años permitiéndonos contaminar todo lo que nos salía de las narices y pensando, seguir así, seguir así que ya veréis cómo termina todo. Nosotros creyendo que les robábamos el petróleo como idiotas y ahora qué. Das una patada a una piedra y te llenas hasta las orejas de esa mierda negra que no hay forma de limpiártela de ninguna de las maneras ¿Y ellos? Allí, tranquilitos en sus chabolas de lujo y riéndose de todos nosotros apiñados como ratas en enormes rascacielos.
-Se me pone la piel de gallina.
-¿Y qué hacemos nosotros? Pasearnos todos los días en coche contaminando todavía más.
-Pero lo pueden dejar aparcado.
-¿Aparcado? Pero usted se hace la menor idea de la cantidad de gasolina que tendríamos si no la gastáramos. Nos llegaría a las rodillas en dos días.
-Es el pez que se muerde la cola.
-Diga mejor la anguila.
-No me haga vomitar.
-Pues eso.
-Muchas gracias por todo y espero que todo esto se arregle pronto.
-Sí, seguro. Tenga cuidado al salir que el mármol de la entrada está recién encerado.
-Sin palabras.
Estremecedoras imágenes. Ya lo han visto señores teleadictos. Un problema de difícil solución. Qué pena que no puedan oler a través de sus televisores el nauseabundo hedor a NºI Imperial Majesti. Casi me hace vomitar varias veces.
Y ahora nos queda ver la otra cara de la moneda. Bajamos a los barrios ricos, nos pasearemos por el Raval, el Gótico y pediremos permiso para entrar en el barrio chino a ver si los guardias de seguridad nos dejan acceder a alguno de los mandatarios.
El calor es horrible en esta época del año pero en esta zona de la ciudad los piojos atacan a sus habitantes con tal virulencia que les permite mantener una temperatura corporal constante durante todo el año.
Estamos llegando al Gótico, pueden comprobar que el escenario ha cambiado por completo. Nos acercamos a uno de los barrios más ricos de la actual Barcelona. Vivir aquí es algo reservado sólo para los más prestigiados socialmente.
No se ve mucha gente por la calle y es que no tienen necesidad de salir para nada. En sus casas tienen todo lo que quieren. La diferencia con la gente pobre de los barrios de Sarría por ejemplo no tiene nada que ver. Aquí tratamos con comerciantes que han ganado todo su dinero a través del trabajo duro y el sacrificio. Parece que por fin hemos encontrado a alguien. Tiene que vivir por aquí, su aspecto desaliñado de última generación y su extrema delgadez lo delatan.
-¡Señor!
-Ho.
-Hola señor. (Tenemos que recordar para quien no lo sepa que este espécimen de ciudadano está siempre tan cansado que muchos han optado por decir nada más que el principio de las palabras para ahorrar energía, también emplean numerosos gestos corporales con el mismo fin, que les iré explicando según se sucedan para su mejor comprensión.)
-Soy de la televisión pública “Telepaco” estoy haciendo un documental sobre la nueva forma de vida de los españoles. (Mueve levemente la cabeza, eso es una afirmación.)
¿Querría colaborar conmigo? (Eleva un poco los hombros, eso quiere decir que no le importa)
-¿A qué se dedica?
-Fruta.
El mercado de la fruta es uno de los más productivos con el cambio climático. Hoy en día cuesta muchísimo encontrar terreno cultivable y los cuatro que lo poseen lo explotan poco para no gastarlo con lo que hay muy poca fruta en el mercado. Casi toda se encuentra por medio de conocidos o amigos a los que se llega a pagar auténticas millonadas por el preciado manjar. (Entrecierra un poco los ojos. No sabría muy bien como interpretar eso.)
-¿A cuanto tiene la naranja hoy?
-¿Tie money?
-No, es sólo para que los teleadictos se hagan una idea de lo que cuesta la fruta hoy en día.
-¡Ah! Mil.
-¿El kilo?
-¿Usté me ve cara toli? La unidá.
-Ya. ¿Y lo cultiva usté mismo?
-Cuando empezó to. Ahora mercadeo con los af.
-¿Los af?
-Joé, los africanos. Ellos tien a patás. Con esta mier de caló esta tierra so es buea pal petrol. Y pa los bárbaros es toaía peó.
-¿Los alemanes?
-Esos so vivían de los cars así que…
-¿Qué es lo que da más dinero hoy en día?
-La fru, el chope, to lo que es cerdo, la leche, el pan, los huevos. To eso.
-¿Y quién lleva el negocio?
-To lo que es de cow es de los chinos.
-Leche, ternera, queso… (Ya lo han visto, ha vuelto a mover la cabeza significativamente. De verdad que conmueve el aplomo de esta especie.)
¿Y el cerdo?
-Tu padre.
-No. El animal.
-Los In.
-No lo sigo.
-Indios.
-¿En América?
-¡Qué América! Los que cantan.
-Ya.
-Los amerís llevan to lo que es cartón.
-Y eso da dinero.
-Da. Aho tol mun quie su ca de cartón. Es + cul.
-Sí, claro, donde esté una buena casa de cartón que se quite lo demás. Pero no deja de extrañarme todo el cambio de mentalidad y gustos que se ha producido tras el cambio climático ¿A qué lo achaca usted?
-Tol mun quié lo + difícil.
-Ya. Sería como. Yo construyo mi casa de cartón porque puedo. ¿Y el oro?
-No lo quié naie.
-Gracias. Y que siga todo así. Para usted.
Se han podido fijar en el convulsivo gesto de despedida. Cualquiera diría que estaba a punto de vomitar. Todo un ejemplar de nuevo rico en este siglo cambiante y dispar. Su argot, sus gestos, su aire despreocupado ante los recientes sucesos. Eso es. ¿Cómo ha dicho él? Lo más cool. Y ahora, me gustaría terminar el reportaje con el barrio más rico de la ciudad. El Raval. No sabemos si nos será posible acceder hasta allí porque como todos saben los chinos y árabes del barrio han hecho instalar una alambrada que va del Paralelo a la Rambla que impide la entrada al barrio residencial. Antes de comenzar a grabar había contactado con uno de los encargados de la seguridad. Un andaluz un tanto arisco pero al que finalmente pude convencer de que le trasmitiera mis deseos a su jefe de hacerle una entrevista como uno de los hombres más importantes del país.
Estoy a cien metros de la alambrada y una veintena de vigilantes me acechan esperando la orden para detenerme y pedirme el permiso para estar allí. Como no lo tengo lo más probable es que me lleven a uno de los áticos para prisioneros hasta que me deseque como una serpiente. Será mejor que haga algo rápido.
-¿Raúl? ¿Raúl Fernández?
Al oír el nombre de su jefe todos se han detenido al instante. Parece que eso me dará algo de tiempo para parlamentar.
-Hablé con Raúl esta mañana. Soy de la televisión pública. (Nadie se mueve. No sé qué pasa.)
-Ya le dije que lo tenía que consultar con mi jefe.
-Por eso lo llamé esta mañana. Para que tuviera tiempo de avisarlo.
-Él es un hombre muy ocupado. Tiene que avisar con más de una semana de antelación. No he podido hablar todavía con él.
De cerca parece aún más violento que por teléfono. Mide casi dos metros. Es sin duda un espécimen de última generación. De esos que crecen sin límites y desbordan violencia irracional por cada poro de su piel. Pero no tengo tanto miedo como antes porque ya he tratado con este tipo de ser y normalmente se cansan pronto al costarles enormemente razonar. Es por eso que se limitan a hacer lo que los demás les dicen sin pararse a pensar si es lo que quieren o deben hacer.
-Vete a buscarlo.
-¿Cómo?
-Vete a buscarlo ahora y le dices que le espero aquí.
-A mí no me da órdenes ni Dios. Mira que te suelto mi ejército y te dejo pa cagar alfombras persas el resto de tus días.
-Sí haces eso, cuando se entere tu jefe te va a mandar conmigo y verás qué bien lo pasamos.
Está pensando. Esto puede llevarle algunos minutos. Quiere cepillarme aquí mismo pero no sabe si mi amenaza puede ser cierta y por eso terminará yendo a buscarlo. Ahora sólo me queda rezar para que el otro dé su visto bueno. Sino soy hombre muerto.
Todavía le queda un rato de reflexión con lo que aprovecho para tomar algunos planos de la fortaleza en la que se ha convertido el barrio. Antes nadie quería entrar aquí pero como saben ya todo ha cambiado y ahora no hay forma de entrar. La semana pasada unos compañeros vinieron a cubrir la noticia de que había habido un ataque de cierto número de banqueros arruinados por el desplome de la bolsa. Intentaron atacar al ejército de la ciudad pero cómo no tenían la fuerza suficiente intentaron unirse a ellos vendiéndoles la implantación de un nuevo mercado internacional en el que ellos pondrían ahora las normas. Dicen que contestaron que ya las imponían sin necesidad de burócratas arruinados detrás de ellos y los terminaron echando a patadas a todos.
Creo que ya termina su reflexión. No ha dicho nada pero se ha vuelto para adentro. No creo que tarde en salir con la buena nueva. Ahí vuelve.
-Pase. Ha tenido suerte. Mi jefe es uno de sus telespectadores más leales.
-Yo los prefiero llamar teleadictos.
-Eso. Siempre se me confunden las palabras. Espérelo aquí que ahora viene.
Me encantan estos trastos que tienen por todas partes, no sé muy bien de qué se trata pero son diferentes, algo distinto ¿No creen? A fin de cuentas de eso trata todo eso de tener dinero ¿no? De poder hacer cosas diferentes, tener lo que nadie puede tener. Y en ese sentido este nuevo orden social ha desarrollado variaciones en cuanto al anterior, creando todo un entramado diferente. Para que se vayan percatando de cómo funciona un poco todo esto les enfoco algunas de las pertenencias de estos nuevos gurús del dinero en nuestro país. Figuras perfiladas en cristal, paredes forradas de libros de diferentes formas y colores, las puertas de plástico son impresionantes y se han fijado en esos árboles del fondo, se alimentan con desechos orgánicos que genera la ciudad. De hecho, dicen que los generan a propósito para poder alimentar el bosque de los mandatarios del barrio. Aquí cultivan todo tipo de fruta y verdura y estoy seguro que al fondo tienen el ganado para alimentar a todo el barrio. Una organización basada en la auto producción y el desarrollo coherente del enclave por el cual se dispone el funcionamiento del barrio como si se tratara de un micro país.
-Señor Maldonado. Es un orgullo encontrarle a usté en mi humilde morada.
Cómo ven, lleva por única vestimenta la toga oficial del gobierno y calza las famosas zapatillas de tela Macquart.
-Encantado señor Iseo Bergamín.
-Llámeme Is. Es más cómodo.
-¿De dónde viene ese nombre?
-Es una larga historia. Creo que perteneció a una tatarabuela mía.
-Querrá decir tatarabuelo.
-¡Ah no! Tatarabuela. Según oí de pequeño fue una mujer muy importante en su tiempo. Pero muy desgraciada. Parece que vivió en un país habitado por los celtas.
-Galicia.
-Será.
-Así que, de casta le viene al galgo.
-¿Cómo?
- Lo de ser alguien importante digo. (No me ha oído, parece que habla con alguien de su corte.)
-¿Quiere café?
-¿Café?
-Sí, lo cultivamos aquí mismo. Luego me lo preparan unos tipos que contraté. Unos colombianos que son unas máquinas en todo lo que tiene que ver con las plantas.
-No le podría decir que no aunque quisiera.
-Eso es verdad. Pero siéntese. Estas sillas de piedra me las han traído especialmente del cañón del colorado.
-Dicen que ahora es un lago impresionante.
-Ya sabes cómo son los yanquis. Todo lo suyo es lo mejor.
-Pero ya no es así.
-Ni de lejos. Ahora todo se cuece en el hemisferio sur ¿Quién nos lo iba a decir?
-Es raro todo esto que ha pasado.
-Es raro pero bueno.
-Depende pa quién.
-Todo se ha dado la vuelta. Como si el mundo fuera una tortilla de patata gigante y nosotros flotáramos en ella. Por cierto. Se queda a cenar ¿no? Tengo unos cocineros andaluces que hacen un cochino con papas para chuparse los dedos.
-Bueno. Por ser usted… pero me gustaría que me hablara un poco más de la situación actual del mundo.
-El mundo (¿Han notado el deje melancólico?) esa es un concepto que ya no se puede sintetizar en los límites en los que antes estábamos acostumbrados. Ahora yo hablaría más bien de un sistema de balanza ¿sabe? Creo que todo peso tiene un valor y así tenemos que tomarlo. Personas, animales, cosas. Pero el peso que tienen en el mundo es relativo. Todo es oferta y demanda. Si tú me demandas una cosa yo te ofrezco lo que tengo y al final terminas necesitando lo que quiero.
-Ya veo. O sea que el mundo de hoy sería como el anticonsumo.
-No, para nada. Se trata de algo más como conseguir encauzar el sistema comercial actual.
-Vendiendo lo que queremos.
-Justo. Vendiendo lo que tenemos.
-Pero ¿Eso no era lo que hacían los estados unidos?
-No. Ellos producían y luego lo encasquetaban cómo fuera. Se trata de ver qué es lo que tenemos y comenzar a comerciarlo.
-Y ¿Cómo empezó usté?
-Yo empecé con plantas.
-Pero, eso era fácil. Porque después del cambio climático toda Europa quedó asolada y U.S.A. sumergida. Está claro que las plantas se iban a convertir en un artículo de lujo.
-Está claro ahora. Pero en ese momento nadie sabía nada y yo invertí en algo para que luego la gente viniera a mí.
-Pero en África...
-Para ellos es todo muy fácil. Sólo tienen que explotar todo lo que tienen. Mire amigo. Europa no está muerta, ya está enterrada. Yo sólo comercio con el hemisferio sur. Es la única manera de seguir a flote en este mundo raro en el que nos ha tocado vivir.
-No es tan raro. Sólo han cambiado los dueños.
-Ha cambiado todo. Acaso piensa que la mentalidad es la misma. Que es lo mismo negociar con los japoneses que lo que era antes negociar con los alemanes…
-Supongo que no. Y ahora su negocio se basa en…
-Oxígeno. Vendo el oxígeno que generan mis plantas, pero no a Europa. Como ya te he dicho aquí no hay nada que hacer. Hay que adaptarse.
-Pero en el hemisferio sur tienen de sobra.
-Pero no embotellado. Les sale mucho mejor comprarlo que esperar a que todas sus plantaciones se reproduzcan naturalmente. Así, les sueltan el oxígeno como si regaran y todo crece diez veces más rápido.
-Increíble. Bueno, tengo que despedir el programa. Gracias por su colaboración.
-¿Quiere ver el bosque?
-Eso sería genial. Unos últimos planos de su bosque para cerrar el programa de hoy. Y con esto me despido hasta la semana que viene queridos teleadictos.
















Al aire nuestro” idea original de José Antonio Maldonado.
Productor ejecutivo: José Antonio Maldonado.
Director: José Antonio Maldonado.
Coordinador: José Antonio Maldonado.
Presentador: José Antonio Maldonado.
Cámara: José Antonio Maldonado.
Enmaquetador: José Antonio Maldonado.
Diseño: José Antonio Maldonado.
Postproducción: José Antonio Maldonado.



FIN

sábado, 29 de octubre de 2016

LA CONVERSIÓN


Ana se había levantado, como siempre, antes que Gregorio, y como siempre, había corrido a la ducha con la intención de despejarse antes de comenzar su protocolaria puesta a punto para ir a la oficina. Cuarenta minutos después sale del baño habiéndose maquillado, peinado, arrancado algunos pelos rebeldes aparecidos durante la noche en su rostro, crema corporal, pintura de uñas. Perfumada por la nueva fragancia de Nina Richi se mira con desgana algunas nuevas canas retadoras como serpientes vanidosas de una edad que se acerca acechante. Más de una vez ya había comentado a alguna amiga o con su marido, Gregorio, más en broma que en serio, pero con más convicción que incertidumbre, la posibilidad de pasar por primera vez por el quirófano para corregir… “estas malditas arrugas que me están volviendo loca. Y tal vez levantar un poco los pechos que parecen algo caídos últimamente. Cómo no queremos tener hijos es normal que comiencen a sentirse inservibles ¿no? Pero no es esa su única función… tal vez antiguamente… pero hoy en día tienen muchas otras.” En esos momentos él se limita a escuchar su alegato entre aburrido e incómodo o directamente ni siquiera se presta a esa agotadora obligación marital. Acaba de llegar de la oficina y no le apetece nada más que tirarse en el sofá para ver alguna de esas series de producción propia.
Mientras Ana se enfrascaba en su lucha diaria contra los años, Gregorio ya había conseguido levantarse y se disponía a acometer hacendoso la pesada labor de preparar el desayuno familiar a base de café fuerte y tostadas; mientras escuchaba el monótono discurrir del noticiero de televisión española. Alguna inundación en un país demasiado lejano como para llamar su atención, el desplome de la bolsa, la derrota del Real Madrid en la liga de campeones, y pasamos al apartado político.
“El presidente del Partido Popular (PP), Mariano Rajoy, le ha dicho hoy al Gobierno que acepte las recetas de su partido contra la crisis o haga lo que "le parezca bien" y le ha advertido de que no va a aceptar aquello que cree que es malo para España. Durante su intervención en una Convención del PP de Cantabria, Rajoy ha insistido en que no necesita esperar al jueves, cuando está convocada la comisión creada por el Gobierno contra la crisis, para que le cuenten nada, porque el PP sabe lo que hay que hacer y se lo ha trasladado al Gobierno para que, si quiere, lo haga.”
"Sí fuera por ti nos moríamos todos de hambre… si si, tú eres el único capaz de salvarnos." Y las tostadas a punto de quemarse, siempre se pone de mal humor al oír las noticias, prueba sodomítica matutina que le despierta a la realidad mientras termina de poner la mesa.
Ana, recién salida del baño, le comenta algo sobre la cena del viernes con sus amigos Pati y Sergio. Él cree que son sólo un par de snobs insufribles, el paradigma del egocentrismo llevado a una pareja de clase media, o media alta debido a la ingente cantidad de dinero que consiguen ingresar cada final de mes en el banco gracias a no sé qué tejemanejes. Pero en el fondo sabe que se trata de los únicos amigos de la universidad con los que sigue manteniendo el contacto y más aún, posiblemente sean los únicos amigos con los que cuenta la pareja.
-¿Me oyes?
-Sí. Claro, la cena del viernes. No te preocupes ya hago yo la reserva.
-No quiero que nos vuelvas a llevar a ese excéntrico restaurante libanés de la última vez. Algo bonito donde se coma bien.
-Vale. Me voy a duchar.
Cruza el pasillo que le lleva al dormitorio para recoger su ropa antes de meterse al baño. Mira por la ventana para cerciorarse de que no lloverá. No quiere otro infernal atasco en la autopista para llegar a la oficina. No puede evitar pensar que se han equivocado al meterse en un crédito tan alto por una casa tan alejada del centro. Le resulta incómodo hasta la desesperación el tener que coger el coche cada vez que quiere moverse algo más lejos de la zona residencial en la que viven. Pero sabe que no les queda otra salida. Los pisos se han puesto por las nubes y no podría conseguir nada mejor, ni más cerca, aunque vendieran esta y pidieran una segunda hipoteca. Definitivamente hoy no lloverá. Buena noticia, podrá permanecer cinco minutos más bajo la reponedora ducha. Se desviste con desgana mientras escucha a Ana al otro lado de la puerta hablando por el móvil. De nuevo su jefe, de nuevo algún problema que ignora y que no pretende conocer a menos que ella insista en contárselo. Rezó porque no fuera así a pesar de no ser creyente. Se mira en el espejo. La piel de un blanco lumínico se le muestra indefensa. Ha engordado un poco últimamente y comienza a nacerle algo de vello en zonas en las que nunca se hubiera imaginado. Debería volver al gimnasio. Todas estas cuestiones y muchas otras que me ahorraré por mera conciencia moral, surgen en su mente mientras termina de despojarse de los calzoncillos que caen inertes sobre la fría baldosa. Un ritual mil veces repetido, pero de pronto, algo corta en seco el curso normal de sus pensamientos. Ha descubierto una rojez en el brazo derecho que llama su atención. Acerca su cara a la zona en cuestión para inspeccionarla concienzudamente. Parece… una especie de grano, nada más común que un grano. Pero algo le dice que no se trata de un grano normal y corriente. Según su parecer, no es el típico grano que podría salir sin motivo alguno en un cuerpo humano. Lo estudia durante unos minutos para auto convencerse de que no es nada. Pero la extrañeza de que sea en aquel antebrazo ha logrado despertar en él una, si no preocupación, si cierto resquemor por aquel aparente atentado corporal que parece vanagloriarse ante sus ojos.
Terminó de ducharse y afeitarse y cuando salió Ana todavía hablaba por el móvil. Ante sus gestos de impaciencia no le queda más remedio que colgar.
-¿Qué te pasa?
-Mira. (Desnuda su brazo derecho para mostrarle la protuberancia.)
-¿Qué?
-¡Mira!
-¿Ese grano de mierda?
-No es un grano. No sé qué es pero no es un grano.
-Vale, lo que tú digas.
-No es lo que yo digo. Yo no veo un grano normal, es todo.
-¿Y qué es lo que ves a ver?
-No sé, es algo raro.
-Cada día estás más hipocondríaco. ¡Estos hombres!
-Ah si, estos hombres estos hombres. No me sueltes el discursito de la regla y todo lo que sufrís las mujeres porque ya me lo conozco de memoria.
-Mira, me voy a trabajar. No tengo tiempo para una guerrita de sexos en estos momentos. Nos vemos a la noche. No te olvides del restaurante.
Ana salió por la puerta en busca del coche que la llevaría a su oficina sin que Gregorio se dignara a despedirse de ella. Esa es la mayor afrenta que puede hacerla en estos momentos. Se siente irritado ante los comentarios de su esposa por haber tratado de minimizar lo que le pasa con esa condescendencia que siempre le deja en un lugar de inferioridad ante ella. No sólo no le había dado importancia a su grano, sino que lo había ridiculizado dejándolo por infantil e hipocondríaco.
"¡Hipocondríaco! ¿Yo? Maldita seas. Cómo sea algo grabe te vas a enterar…" en ese momento de orgullo herido casi hubiera deseado que sus peores sospechas fueran ciertas para llenar la conciencia de Ana de reproches conyugales ante su falta de interés para con sus males. Pero no tiene tiempo para seguir sintiéndose ofendido, el tema del grano le ha hecho retrasarse y ahora tiene que correr si quiere llegar puntual al trabajo.
Un ligero retraso que nadie parece apercibir en la oficina y el resto de la mañana transcurre como todas. Rellenar el maldito informe financiero, tomar café con sus compañeros, consultar los últimos grupos aparecidos en Facebook… no puede evitar una sonrisa maliciosa con uno al que se acababa de apuntar Jorge de recursos humanos:

Nombre:
Yo soy de los aue piensan que la unica iglesia que ilumina, es la que arde...
Categoria:
Solo por diversion - Clubs de fans.
Descripcion:
O tu tambien eres un santo?...
Privacidad:
Abierto: todo el contenido es publico.

Pero ni todo este ajetreo puede distraerlo de su principal preocupación. El grano, después de mirarlo y revisarlo decide informarse por Internet. Grave error el de Gregorio como todos podemos imaginar. La búsqueda en google no es muy esperanzadora. Granos, espinillas, pústulas, encuentra hasta un grano en el labio vaginal y decide que ya es suficiente, necesita un poco de aire fresco. Da gracias a que su jefe se encuentra en una reunión que le llevará el resto del día y sale por el garaje del edifico sin despertar mayores sospechas. Conduce hasta unos grandes almacenes. La mejor manera de distraerse. Compra algunas cosas para la casa, unas medias para Ana y unas escobillas nuevas para el coche. Lo de las medias para Ana es una respuesta instintiva al sentimiento de culpabilidad por encontrarse un día de diario no festivo en un centro comercial y sin ella. Después regresa al coche sin haber cumplido su objetivo, ya son las cinco de la tarde, podría volver a casa sin tener que responder a ninguna pregunta, le entregaría las medias y eso serviría para hacer las paces después de la pequeña discusión de esta mañana. Tal vez hicieran el amor a pesar de ser un día de diario, sabe que lo necesita, ni Internet, ni las compras habían logrado calmar su malestar, pero esta convencido de que aquello sería la medicina perfecta contra su paranoia cutánea.
Al regresar a casa esta se encuentra solitaria y en penumbra, Ana no ha vuelto todavía, enciende la televisión, se prepara un bocadillo y trata de relajarse. Se siente sucio, pero descarta la posibilidad de una ducha por la simple razón de que no quiere volverse a encontrar cara a cara con aquello. La programación de la tele es un asco, también el bocadillo. Se va a la cama donde debe de quedarse dormido porque al rato oye ruido en la cocina, tienen que haber pasado un par de horas que le parecen segundos. La noche ya ha caído y se encuentra tirado encima de la cama con la camisa a medio desabrochar y los calcetines negros colgando como pellejos de sus pies. Se incorpora soltando leves gemidos desganados. Los ruidos procedentes de la cocina le hacen presagiar que Ana ya ha llegado y sale en su busca.
-¿Ya te despertaste?
-¿Todavía estás enfadada?
Ana no contesta, se limita a darle la espalda como hace siempre que no quiere enfrentarle. Cada uno de sus movimientos deja escapar su malestar como tambores beligerantes. Gregorio no quiere que la situación continúe por aquellos territorios pero sin saber cómo solucionarlo se limita a quedarse allí, mirándola con ojos bovinos. El cuerpo tenso en medio de la cocina. Al rato consigue actuar, se acerca a ella por detrás, con la actitud del niño que, arrepentido, suplica su perdón.
-¿Qué tal el trabajo?
-Como siempre. Paola la volvió a cagar y tuve que quedarme tres horas más para arreglar toda su mierda. Un día se va a llevar una hostia esa niñata.
-No puedes hacer nada porque Salcedo…
-Me cago en Salcedo y la madre que lo parió. Me da igual que se la tire, es una inútil y ya está. ¿Y tú?
-Me fui.
-¿Y eso?
Gregorio percibe con felicidad que el malhumor de su mujer esta amainando. Puede ver cómo sus rasgos se van destensando en el transcurso de la conversación, hasta ha soltado alguna sonrisa y fuma serena; sentada en el puf IKEA. Aun así, no está dispuesto a incurrir en ningún paso en falso, sabe que la situación es todavía demasiado delicada como para arriesgar una jugada atrevida. Sin lugar a dudas conoce bien a su rival.
-Don Alejo estaba en una reunión, necesitaba tomar el aire.
-¿Todavía sigues con la mierda el grano?
Mejor no seguir por ahí, el tema la vuelve a enojar, puede sentir su malestar, el pecho balanceándose de nuevo bajo la blusa muestra su desagrado.
-Fui al centro comercial. Te compré algo. Vi unas medias preciosas que están hechas para ti.
Un golpe perfecto. Media sonrisa nace en su rostro. Es el momento de atacar, sabe que es ahora o nunca, con sigilo se acerca a ella y la besa despacio. Primero en las mejillas, luego en la boca.
-¿Te las quieres probar? Están en la habitación.
-Si crees que con esta mala actuación de teleserie vas a conseguir un polvo lo llevas claro.
-No seas tonta, vamos, pruébatelas.
La arrastra hasta la habitación y se tumba en la cama para disfrutar con la apasionante visión de ver a su mujer poniéndose despacio aquellas medias suaves, dulces de deseo voyeur casi adolescente. No deja de resultarle extraño que después de tantos años todavía le sigua resultando tan atractivo el cuerpo de Ana. Ve sus largas y tersas piernas que terminan en unas braguitas negras con pequeños encajes casi escondidas por los pliegues de la camisa de seda.
-Deja de mirarme así guarro.
Ya ha terminado de subirse las medias y se mira en el espejo del baño para evaluar el efecto de las nuevas medias en su piel.
-Tengo que adelgazar, estoy horrible.
-Estás preciosa, ven aquí.
-Ni de coña.
-Ven aquí que las vea más de cerca.
Finalmente hacen el amor según el protocolo estipulado secretamente y sin palabras desde los primeros tiempos de su relación. Una coreografía tantas veces repetida que si bien no es perfecta, siempre satisface a los dos.
A la mañana siguiente, cuando Gregorio se dispone a ducharse, después de haber comido las eternas tostadas, descubre horrorizado al contemplar su cuerpo el nuevo estado de aquel que el día anterior había sido un simple grano sin importancia.
No se lo puede creer, lo mira largamente, incapaz de reaccionar. No se explica cómo esa cosa se puede estar reproduciendo en su brazo derecho de esta manera. El hecho de haberse olvidado del tema durante las últimas horas no hace más que multiplicar el impacto en su cerebro al contemplar el estado de lo que se ha convertido en una especie de ulceración informe de aspecto viscoso. Se ha extendido por todo el brazo, trazas inermes de piel se despliegan por todo lo largo del brazo que ha perdido por completo su forma original para representar este músculo ambiguo.
Cuando logra reaccionar corre por el pasillo hasta la cocina para enseñárselo a Ana, pero ha permanecido demasiado tiempo en el baño y ella ya se ha ido. Indefenso sin su consuelo se sienta en el puf. Quiere llorar pero las lágrimas no surgen, las puede sentir agolpando su angustia como una aguja quirúrgica en la parte frontal de su cabeza. Está acojonado, así, con todas las letras. Casi inconscientemente logra llamar a la oficina. La secretaria no tarda en comunicarle con don Alejo que recibe la noticia con más indiferencia que molestia, en circunstancias normales se hubiera preocupado por la reacción de su jefe, pero ahora se encuentra tan inquieto que ni se para a reflexionar.
Aturdido sale en busca de su coche y conduce hasta el hospital “La Santa Providencia” que se encuentra a pocos kilómetros de su casa.
Después de esperar la consabida lista de espera y explicar su caso una y otra vez a las diferentes enfermeras que aparecen en la pútrida sala de espera; logra que le atienda un médico, o al menos eso es lo que pone en su placa, porque a Gregorio le parece algo dudoso tal título teniendo en cuenta la edad y actitud del imberbe muchacho que tiene en frente. Más cercano a una banda de patinadores callejeros que a la idea que uno tiene de lo que debe ser un médico. En este momento se maldice por no haber accedido a contratar un seguro privado como le había aconsejado uno de los hermanos de Ana que se dedica a vender este tipo de servicios. En su momento se había negado por motivos bien evidentes, no quería darle un duro a ese pedazo de capullo engreído, pero dadas las circunstancias no dudaría ahora en lamerle la punta de sus relucientes botas a cambio de que le dejara firmar uno de sus afamados seguros. Pero ya no había marcha atrás, tenía que confiar en la seguridad social y en la palabra de aquel adolescente de que se trataba de un médico de verdad, si quería obtener algo positivo de todo aquello, y sobre todo, lo más importante, que toda esta pesadilla se terminara lo antes posible.
Hace prueba de una gran paciencia y le explica lo que le ha sucedido en los últimos días en cuanto al caso del grano evolutivo, mientras el joven parece ojear algún tipo de revista de videojuegos limitándose a lanzar algún gemido de vez en cuando en el transcurso de la narración. Cuando termina su narración el otro lo mira un momento con aire displicente y decreta.
-No creo que sea nada.
-¿Cómo nada? (Gregorio ha levantado la voz en un aullido desesperanzado y tiembla hundido en su silla.)
-No se altere. Pero sinceramente, creo que se trata de algún tipo de alergia, algo sin importancia ya que según me cuenta la protuberancia surgió hace más de veinticuatro horas. Eso indica que no se trata de nada grave porque sino a estás horas ya estaría en coma. O algo peor... (Esto último le debe haber parecido realmente gracioso porque suelta una risotada que la mirada de odio de su paciente se encarga de cortar en seco.)
-¡Ni siquiera me ha examinado! (Y sin esperar la respuesta negativa del otro se apresura a sacarse el jersey para mostrarle su endémico brazo.) ¿Esto le parece normal? ¿Algo sin importancia?
-Ya le digo, a pesar de su aspecto, no creo que se trate de algo grave. En un par de días se habrá ido y usted olvidará todo lo sucedido.
-¿Y si no es así? ¿Y si se agrava? ¿Y si me muero?
La carcajada del medicucho, esta vez no retenida, rompe su cadena de preguntas.
-No se va a morir señor Sánchez y si se agrava venga de nuevo y le haremos unos análisis.
-Y ¿No me los pueden hacer ahora?
-Si le tuviera que hacer análisis a todo el que pasa por aquí amigo mío, el sistema sanitario español se iba a la mierda en dos días. Le aseguro que no puedo hacer nada, le aseguro que no es nada. De todas formas… mire, tome esto. (Rellena en décimas de segundo una receta y se la da esgrimiendo un ligero aire de benevolencia que no se molesta en disimular.)
-¿Qué es?
-Un antihistamínico. Por si acaso. Y ahora si me permite… tengo muchos pacientes que atender.
Sale del hospital más angustiado de lo que entró, y con la sensación de haber perdido un tiempo precioso. Tira la receta por la ventanilla del coche, ni loco va a tomar los malditos antihistamínicos, está seguro de que no se trata de nada de eso. Pero ¿Qué hacer? ¿Adónde ir? No conoce a ningún médico, un par de abogados, administrativos y gente de su oficina, pero en el ramo de la medicina, nada. Se siente mareado, tiembla compulsivamente y casi no logra mantener el volante recto entre las manos, llega a casa y vomita. Esta claro que no se encuentra nada bien, no quiere mirar Internet, sabe que no tardaría en comenzar a buscar páginas en las que se hablara de todo ese tipo de cosas, y no quiere pasar por la misma situación que el día anterior cuando preguntó al dios google por “grano” así que saca una cerveza de la nevera y se sienta en el salón a ver la tele. Deben de ser ya las dos pues están dando el noticiario. Con la tontería del hospital se le ha ido toda la mañana sin darse cuenta.
"La OTAN causa otra matanza de civiles en el sur de Afganistan. Las lluvias torrenciales en Madeira dejan ya 70 heridos y 42 fallecidos. Hacienda destapa comisiones opacas de nueve cargos del PP por 3.8 millones."
"Aquí, como siempre, todos robando." (En contra de lo que parecería lógico, las noticias no le han puesto de mejor humor. Luego comienza una película basada en hechos reales y consigue dormir un rato.)
Al despertar se siente sorprendentemente mejor. Ha dormido como nunca y ¡Está hasta contento!
Enciende el reproductor de MP3 y no tardan en sonar los primeros acordes de “like a virgin.” Siempre le ponen de buen humor la melodía pegajosa y la voz estridente de Madonna proclamando una virginidad irrisoria.
Va al baño y se desnuda frente al espejo sin ningún tipo de complejos. Decidido, mira el brazo dañado, más con intriga que con miedo o asco. “Aquello” ha deformado por completo la extremidad que se le presenta arrugada y amorfa, pero lo peor es, que parece continuar con su avance. De todas formas, ha decidido no hacerle más caso, quiere creer al adolescente doctor del hospital y confiar en que todo eso no es más que una terrible pesadilla y todo volverá a la normalidad. Se ducha cantando “Please please me” que llega a sus oídos desde el otro lado del salón, hubiera preferido un largo baño caliente pero sólo tiene un plato de ducha, así que se tiene que conformar con dejar que el agua se deslice por su piel durante más de media hora.
El resto de la tarde lo pasa inmerso en una de sus ocupaciones predilectas, no hacer nada. Luego le entra hambre y se dirige a la cocina para hacerse un bocadillo. En ese mismo instante llega Ana.
-¿Vas a comer ahora? No tendrás hambre en la cena.
-Pues no ceno.
-¿Cómo que no cenas? ¡Oh no! No me digas… se te olvidó la cena. Se te olvidó buscar un restaurante para la cena de esta noche con Pati y Sergio.
-Yo. El brazo… tenía otras cosas en las que pensar. Se ha puesto peor.
-Y ahora ¿Qué hago?
-No te preocupes. Fui al hospital.
-Seguro que no hay ni una puta mesa libre en toda la ciudad.
-El médico me dijo que sería algo alérgico.
-¡Hoy viernes! Imposible. Seguro que está ya todo pillado.
-La verdad es que ha crecido mucho.
-El móvil. Tengo que llamar a todos los restaurantes a ver si hay suerte ¿Dónde está mi móvil?
-¿Quieres verlo?
-¿Ver el qué?
-Mi brazo.
-¿Todavía sigues con eso? Anda déjame en paz. Por tu puta culpa ahora tengo que ponerme como una loca a buscar lo que sea. Les dijimos que lo reservaríamos nosotros. Y después de ese super gastronómico al que nos llevaron la última vez… vamos a quedar como unos gilipollas.
Gregorio ya no la escucha. Ha salido de la cocina y se ha puesto los cascos del MP3 como hace siempre que no quiere saber más de las historias de Ana. Pero ahora además está enfadado. Primero con ella por no hacerle ni caso y ningunear su enfermedad y después con él mismo por no haberse acordado de la maldita cena, está cabreado con el doctor del hospital, con su jefe, con Pati y Sergio, con el país y con el mundo. Pero Esteve Miller canta por su reproductor y puede olvidarse de todo lo que le rodea sólo con subir un poco más el volumen.
No dura mucho, pronto siente que le arrancan los auriculares y casi hasta las orejas.
-No te preocupes capullo. Ya he encontrado un sitio. No es gran cosa pero dadas las circunstancias no podemos pedir nada mejor. Me voy a arreglar. Cuando vuelva quiero que estés listo. (Gregorio se mira los pantalones vaqueros y el jersey oscuro sin saber muy bien a qué se refiere.) No te voy a dejar ir así. Ven a la habitación que te saque una camisa y unos pantalones decentes. (No está en posición de discutir y eso le disgusta todavía más ¿Por qué no le escuchará aunque sea un segundo?)
Se pone la ropa sin decir nada y sale del dormitorio. Sabe que tiene una buena hora de espera por delante antes de que ella consiga salir del baño, y en realidad la desea para desconectar del mundo, desde que le ha sucedido esto del brazo lo único que quiere es desentenderse de los problemas del mundo en una burbuja artificial. Se vuelve a colocar los cascos, ahora suenan “Los Ramones” y no puede evitar una sonrisa de satisfacción.
Exactamente una hora y veinte minutos después sale Ana del baño para recriminarle que esté tirado de esa forma en el sofá, arrugando la ropa de la cena. A pesar de seguir enfadado con ella tiene que reconocer que está preciosa. Resplandece como una sirena recién salida del mar, esta metáfora le parece demoledora y se la suelta esperando aplacar su ánimo. Efectivamente, así es, ella le responde con un largo beso que le sabe a fresa y dentífrico. Lleva puesto un vestido rojo de terciopelo que le queda estupendamente con las medias que le ha regalado. El pelo se lo ha peinado y colocado gracias a la espuma y pesados trabajos de amasado dignos de las mejores peluquerías. Ambos saben que los mil euros que se han gastado en el curso de peluquería han sido la mejor inversión que han hecho en los últimos años.
Cuando llegan al restaurante sus amigos ya están en la mesa, tomándose unos Martinis. Al lado de ellos parecen dos estrellas de hollywood recién salidos de su limusina.
Los saludos se alargan durante largos minutos, hace varias semanas que no se ven porque han estado de vacaciones en Nueva York y más tarde Sergio había tenido que salir en un viaje de trabajo a Bangkok por un pequeño problema con el sistema de veteasaberquéporquenomeimporta. Pati está realmente increíble con un vestido, que según les ha contado lo compró en USA, como la gusta llamarlo, eso es algo que siempre hace reír a Gregorio y tiene que ocultarse simulando una repentina tos.
Una pieza negra de tirantes con un fino dibujo de rayas rojas en el centro y una falda corta por la que asoman sus níveas piernas sin medias hace enrojecer a Ana y reír, esta vez nerviosamente, a Gregorio.
-¿Qué tal en Nueva York?
-Otro mundo tío, eso es otro mundo. ¿Sabes que hay restaurantes donde no dejan entrar niños? Eso si que es ser civilizado. (Los Sánchez asienten encantados a todo lo que les cuentan sus amigos sin dar crédito a tanto lujo y glamour. Al parecer habían coincidido en un concierto de Luis Miguel en el Madison Square Garden con Antonio Banderas que le encanta todo lo latino y con Brad Pitt cenando en el Four Seasons. Por supuesto que lo habían invitado a una botella de champagne y habían terminado charlando con él y Angelina Jolie hasta altas horas de la noche.)
-Toda una aventura.
-Increíble macho. Me compré este Iphone de última generación que es tan bueno que he tenido que despedir a mi asistente porque ya no me servía para nada. (Todos ríen.)
La velada transcurre por estos derroteros terminando con la promesa de los Sánchez de que irán con ellos en su próxima escapada.
-¿Has visto que pedante estaba hoy Sergio? Que si USA que si Asia. ¡Tu puta madre que pesao! (Gregorio no puede evitar sentirse ofendido. En una regla no escrita de la pareja, siempre se les había considerado como más amigos de él que de ella, a pesar de que los cuatro se habían conocido en la universidad y fue Sergio el que los había presentado cuando ellos dos andaban medio enrollados, algo que no había vuelto a suceder nunca desde que comenzara a salir con Gregorio.)
-Está orgulloso de su vida ¿Qué hay de malo en eso? Y tú estás celosa.
-¿Celosa? ¿De qué? ¿De todo ese mundo tan falso?
No quiere contestar, se encuentra demasiado agotado como para comenzar otra batalla matrimonial. Siente picores en los dos brazos y sólo quiere llegar a casa y tumbarse en la cama. La cabeza le arde y el Güisqui de malta que su amigo le había obligado a beber no le ha ayudado precisamente a sentirse mejor.
Toda la noche se la pasa en un duermevela insoportable, repitiéndose en su cerebro alucinaciones y sueños entrelazados con leves momentos de vigilia que lo hacen amanecer todavía en peor estado y para su sorpresa Ana ya no esta en casa. Debe haberse levantado en algún momento en el que él dormía. Se le había olvidado que hoy iba a casa de sus padres.
Se dirige al baño con torpes pasos de sonámbulo y al mirarse en el espejo despierta de golpe. Un diluvio de agua fría se le viene a la cara al contemplar con sobresalto los estragos que se han producido en su rostro durante la noche.
El pelo hirsuto y pajizo, la frente plomiza, los ojos parecen habérsele empequeñecido, la nariz extensa y retadora como de teleñeco. Pero sin duda lo que más impacto le causa es la barba, demasiado densa y poblada de canas, no le parece lógico pues se afeitó el día anterior y ahora está como si la hubiera dejado crecer durante semanas. No lo soporta más, con temblorosas manos trata de lavarse, fuerte, frotando cada poro de su piel con tal saña que enrojece al instante y parece un borracho de taberna maloliente. Toma la espuma y se afeita con odio, cortándose a cada sacudida de la maquinilla. Cuando termina su gesto es todavía más desolador. Llora desconsolado, no tiene arreglo, diría que es otra persona la que le mira con desprecio al otro lado del espejo, devolviéndole una imagen perversa de sí mismo. No puede ser se dice, a penas se reconoce, gesticula con desesperación intentando solucionar el embrollo en el que está metido, como tratando de que aquel ser no sea él, pero a cada movimiento de sus facciones, se repite él mismo en la imagen, completamente desfigurado y perverso.
Desesperado, sale del baño y se prepara el desayuno, quiere olvidarlo todo, como si se tratara de un mal sueño y casi lo logra viendo en la tele una reposición del “Equipo A” que siempre le pone de buen humor. Todo le vuelve a parecer de nuevo normal, pero al terminar va de nuevo al baño, necesita comprobar que aquel ser que había usurpado su rostro ya no está allí, que vuelve a encontrar su figura habitual. Desgraciadamente no es así, confirma con horror que la barba le ha vuelto a crecer.
"No puede ser, no puede ser. Yo no soy ese, tiene que haber algún error, puede ser que me esté sucediendo como en “Abre los ojos” algún tipo de error cósmico que me esté jugando una mala pasada, un fallo en mi mente que me haga ver lo que no hay."
Aun así descarta la posibilidad de regresar al médico por obvia, la experiencia del día anterior lo ha dejado demasiado desilusionado con el sistema sanitario. Pero ¿Qué hacer? ¿A quién recurrir? Su familia no le entendería, sus amigos se reirían de él. No quiere ni pensar en los sarcásticos comentarios de Sergio cuando lo vea ¿Y Ana? ¿Qué dirá cuando lo vea? No puede ocultarse eternamente ante su mujer, seguro que lo abandona, lo dejará ahí, solo, con su cara deforme, para buscar a alguien normal, sin sus deficiencias físicas y morales, porque dicen que la cara es el espejo del alma. ¿Qué ha hecho para que le suceda esto? Se diría que parece un castigo divino pero no cree en Dios, o sí. ¿Ha sido por reírse del grupo que quemaba iglesias virtuales? Eso no puede ser, si se tratara de eso qué hubiera pasado con Lutero… No, está claro que no se trata de nada de eso ¿Pero qué?
Tiene que darse un respiro, calmarse y razonar las cosas con detenimiento, lo mejor es darse una ducha para aclararse las ideas pues está empezando a desvariar. Pero al quitarse la ropa es todavía peor. Su cuerpo parece descomponerse atacado por una especie de gangrena de gran virulencia. Una necrosis acuciante, nauseabunda, una putrefacción indescriptible que parece atacar a todos los miembros de su cuerpo con tal saña que la idea de la maldición no tarda en regresar a sus agitadas neuronas. La piel le cae lacia y tiene vellosidades desmesuradamente grandes allá donde nunca se hubiera imaginado tenerlas. Vuelve a afeitarse, pero esta vez también incluye estas partes de su anatomía y se ducha con agua hirviendo con la esperanza de arrancarse todo aquello. El agua caliente le hace mucho bien, logra calmarse y se seca para afrontar de nuevo al maldito espejo. ¡Otra vez está igual! Le han vuelto a brotar la barba y las vellosidades sin compasión.
Necesita dar un paseo, el aire fresco del extrarradio madrileño le vendrá bien.
Se dirige a la panadería para comprar una barra de pan y la chica no le reconoce a pesar de que compra bastante a menudo en su tienda. Pero sí que nota una mirada indefinible en ella, como si tratara de descifrar un puzzle sin conseguir cuadrar todas las piezas. Por la calle es todavía peor. Todo el mundo parece conocerle, unos le miran con odio, otros le sonríen, una pareja de viejecillos se le acerca para saludarle diciéndole cosas que no llega a comprender del todo. Tiene que hacerse con un clinex que lleva en la chaqueta para limpiarse los abundantes ataques salivales con los que le ha embestido la mujer.
No entiende nada, esta historia le supera por todos los lados de su lacerado ser.
Ya en casa, por fin, se siente a salvo, pero no acierta a comprender nada de lo que le está pasando. Por más que le da vueltas al asunto nada de eso tiene sentido y empieza a imaginarse causas de lo más absurdas. No se atreve a enfrentarse de nuevo con el espejo, no quiere usar Internet, ni leer nada, no puede concentrarse, intenta escuchar música, intenta ver la televisión. Todo le da asco, no sabe por qué pero ahora todo le parece mal, todo es nocivo para los españoles. Nunca había tenido este tipo de pensamientos catastróficos y esto es algo que le sorprende. Abandonado ya su primer estado de ansiedad, ahora intenta analizar su situación de la manera más coherente posible.
"Vamos a ver. Todo comenzó con un grano. Luego se extendió por el brazo derecho y de ahí a todo mi cuerpo. Me ha cambiado la cara y parece que está comenzando a atacar mi cerebro. ¿Alergia como dijo el semidoctor? ¿Cáncer? Podría ser. Algo raro. Me siento de nuevo mareado. Pero no nervioso. Ya no. Ahora tengo una sorprendente calma que me hace pensar sin entorpecimiento neuronal. ¿Estoy seguro? ¿Soy yo el que piensa o ya es esta cosa que se apodera de mí? Para colmo. Parece haberme crecido la lengua. No sé. Es como si se quisiera salir de mi boca todo el rato. " Uno de los últimos avances que se han manifestado en el estado de Gregorio, ciertamente, es una incontinencia lingüística, pero no en cuanto a las palabras, sino a que la lengua en sí parece descontrolada y aparece todo el tiempo entre sus labios como un alien rosado y carnoso intentando salir de su cuerpo.
"soy una persona coherente y sin complejos. Y como quiero seguir siendo una persona coherente con lo que piensa y con lo que dice, no tengo ningún problema para decirlo así, antes al contrario, porque no soy ningún acomplejado ni tengo, por tanto, necesidad de reafirmarme ante nadie ni de inventarme diferencias ni matices. Y no me importan las disquisiciones que algunos puedan hacer. " ¿Por qué ha dicho eso?
No puede entender por qué le parece que su cabeza vaya por su cuenta, funcione con un procesador diferente, no sólo con respecto a si mismo, sino al del resto de seres vivos de este planeta. Si deja a su cerebro explayarse a fondo no logra formular más que frases ininteligibles de temas absolutamente superrealistas en la frontera de la abstracción más absoluta.
Duerme a ratos, otros, mastica con desgana algo de comida encontrada en la nevera. Con el gesto compungido y aletargado ya no lucha. No tiene fuerzas para enfrentarse a algo que definitivamente se ha apoderado de todo su cuerpo.
Cuando llega Ana ya ha anochecido. Él se encuentra tirado en el sofá, destartalado, sin vida. Ella entra corriendo, sin verle, al baño, necesitaba una ducha. Los hijos de su hermano le habían dejado el jersey de angora perdido. Continúa hablándole todo el rato desde la ducha. Él la oye sin escucharla. Cuando sale, huele a lirios. Pasa a su lado, va a la cocina, prepara algo de comer, le pregunta si tiene hambre, no contesta. Vuelve con el plato en la mano recriminándole que no se hubiera levantado, seguro que se había quedado todo el día ahí tirado como una anémona. Cuando está más cerca por fin le ve. No puede evitar que la cena caiga al suelo produciendo un gran estrépito al chocar contra las baldosas. Él se incorpora para que lo vea mejor, mostrándose como en los circos antiguos. Ella tiembla durante algunos minutos sin poder separar sus manos de la boca que ahogan un grito. Cuando al fin puede articular palabra lo único que surge de su boca, es una frase demoledora que queda flotando en el aire.

"¡Te has convertido en Mariano Rajoy! "

domingo, 10 de enero de 2016

"Los últimos" Juan Carlos Márquez

Ver imagen original “Los últimos” de Juan Carlos Márquez pertenece al genero post-apocalíptico mas puro, sin grandes aportaciones en cuanto a la historia se refiere son evidentes los referentes a la cultura pulp y sobre todo a otros libros del genero entre los que destaca “La vida permanece”.
Sin embargo, es un libro de agradable lectura, con una técnica muy cercana a la de las series americanas donde la acción lleva todo el peso de la historia y los personajes se dedican a sobrevivir en situaciones mas o menos conseguidas.
Como decía la historia no tiene nada de novedoso, explosión, pocos supervivientes, monstruos salidos de algún sitio y un grupo de personajes tratando de sobrevivir entre todo eso.
Personajes lineales, sin ningún tipo de trabajo psicológico o físico y bastante maniqueos: una enfermera, un científico... hasta los nombres de la pareja protagonista resuenan demasiado. Adán y Eva; eso sin olvidar los leves toques españolizantes de algunas escenas como el belén y los reyes magos.
En definitiva, los últimos es un libro de genero bien escrito, corto, entretenido, sin grandes pretensiones y agradable de leer por toda la acción con la que va bañado. Una pena, porque con que se hubiera esforzado en dar algo mas de naturalidad a los personajes, convertirlos en seres vivos, que dudan, que tienen miedo, que se plantean en definitiva ¿Por qué nos ha pasado todo esto? Ya que es lógico cuando estas viviendo el fin del mundo, pero por el contrario aquí no se plantean nada de eso, entiendo que ante una situación de vida o muerte la reacción de supervivencia es la primera, pero necesariamente tiene que venir una segunda en donde el hombre, como ser racional, se empiece a plantear ciertos aspectos de todo esto, algo un poco mas filosófico en definitiva que salir volando y llegar a marte sin más sin ni siquiera pararte a decir guau, que estoy en marte joder.
Aquí lo único que hacen es quedarse en la nave contando las pastillas que les quedan para comer y hacer algunas salidas esporádicas en las que.. oh, encuentran hielo. Y no quiero que se me malinterprete, el libro me ha gustado, pero es que justamente por eso, porque esta bien escrito y tiene potencial, me da rabia que no se consolide por esos pequeños detalles. No sé, podéis llamarme anticuado, pero es que yo echo de menos saber cómo son los personajes, qué piensan, cuáles son sus demonios, y hay muchas formas de mostrar eso, con gestos con detalles, conversaciones etc. que marquez debe conocer muy bien ya que es profesor de escritura.
Lo más destacable del libro de todas formas, por lo novedoso en el genero evidentemente, es la narración en diario y con eso, ciertos sucesos de la historia que no se narran y que quedan como en suspenso, siendo en este caso casi tan importante lo que se dice como lo que no se dice.
Lo peor: los personajes planos y la falta de proyección filosófica de la obra a parte de un final un tanto surrealista que te deja, y espero que esa fuera la intención, como cuando estabas leyendo esas famosas novelas pulp que nombraba al principio y por ser una historia por entregas te dejaban esperando una semana mas al próximo número para poder saber el final, o las series tan de moda estadounidenses tipo walking dead”. Evidentemente en la segunda parte por el estilo y la linea narrativa no nos podemos olvidar de las “crónicas marcianas”.

De todas formas es un libro que merece la pena leer, muy recomendable, por estar bien escrito y porque cumple la premisa literaria de entretener, sin buscar nada más. Teniendo en cuenta el panorama literario español de los últimos años, parece encender una lucecita entre tanta oscuridad y deseo que Márquez siga trabajando y madurando como escritor para, quien sabe, tal vez llegar a ser un día, uno de los grandes...

viernes, 13 de febrero de 2015

COMO CADA DIA

Como cada día me he levantado pronto y he corrido por toda la ciudad para estar en mi trabajo a la hora.
Una vez allí, he pasado todo el día delante de mi ordenador. Definitivamente, eso es mejor que levantar la vista y ver los rostros deformes de mis compañeros.
A la hora de la comida desenvolví mi bocadillo y me lo comí en el portal del edificio que está justo enfrente de la oficina, porque la lluvia se apoderaba de todo con esa impaciencia que a veces demuestra la naturaleza.
Al regresar de mi hora de descanso, mi jefe me ha ordenado que le redactara una carta para una de nuestras sucursales de provincia.
No me gusta la cara de superioridad y despotismo que se le dibuja mientras despliega sus mandatos. Siempre acompañados de ese insufrible “Señorita Díaz”.
Tenía tanto trabajo acumulado que salí dos horas más tarde.
No me gusta terminar tarde en invierno, anochece muy pronto y tengo que caminar casi a oscuras por las calles desiertas del barrio periférico en el que vivo. Además hoy, las calles estaban todavía mojadas y me he manchado de barro los zapatos.
Mientras caminaba, oía el eco sordo de mis tacones rebotando en los fríos edificios.
Sin saber porqué, de pronto, sentí una amenaza indescriptible. Sin que nada se hubiera alterado a mí alrededor, un escalofrío surcó mi espina dorsal como aviso de que algo espantoso me acechaba. Los nervios se apoderaron enseguida de mí, atenazándome los músculos. Casi sin darme cuenta comencé a acelerar el paso aumentando así el estrépito de mis pisadas que se clavaban en los charcos dejando ondas que deformaban los reflejos amarillentos de las farolas. Reflejos deformes como seres habitando un terreno inhóspito.
Un ruido, que provenía de entre los árboles sin hojas de la vereda me hizo saltar el corazón. Dirigí mi mirada hacia allá con horror para comprobar, que se trataba de unos pájaros disputándose las migajas abandonadas por algún viandante. Eso, lejos de apaciguar mi ánimo, logró turbar todavía más mí ya alterado estado. Nunca pude superar la maldita imagen de la película de Hitchcock.
El peligro me acechaba por todas partes, en cada vuelta del camino. Parecía que nunca fuera a llegar a casa. Caminaba con pasos desiguales por las grises aceras en las que los árboles plasmaban sus tétricas sombras de fantasmas urbanos. Miles de brazos y manos, que aparentaban querer asirme eran movidos por el viento. Eolo dictando inconfesables amenazas en su afligido sortilegio.
Debo reconocer que ya casi corría, atravesando calles y callejuelas desiertas.
De pronto, al introducirme en el parque que me llevaba a casa, me encontré con los ojos escrutadores de un ser oscuro, salido de las profundidades de los subterráneos.
Una figura inmunda que trataba de incorporarse con el fin de atacarme sin contemplaciones. Sus harapos delataban el estado de extrema descomposición en la que se hallaba su alma.
Con un movimiento sorprendentemente rápido se había colocado justo delante de mí, impidiéndome así el paso.
Agarré mi bolso con la intención de golpearlo, siguiendo una de las técnicas aprendida en mi curso de defensa personal para mujeres solas.
Finalmente no fue necesario, sin saber cómo, había logrado superarlo y sólo acerté a escuchar algunas palabras inconexas que salían de su viciosa boca. Ruidos guturales como de otro mundo.
Al salir del parque recorrí, ya corriendo, los más de veinte metros que restaban para llegar a mi portal. A duras penas logré encontrar las llaves, perdidas en el fondo de mi bolso. Tomé la adecuada y con manos temblorosas ensayé varias veces introducirla en la cerradura.
Cuando por fin lo conseguí, ésta cedió con un murmullo quejumbroso.
Justo cuando daba el último paso hacia mi salvación, pude sentir un frío extremo que me golpeaba la nuca. No quise mirar atrás. Sabía que no podía permitirme aquel gesto de reconocimiento estando tan cerca de mi objetivo.
Por fin escuché el sonido metálico de la puerta al cerrarse detrás de mí. Estaba a salvo.
Ascendí los cuatro pisos hasta mi apartamento sin encontrarme completamente repuesta del susto todavía.
La casa me esperaba silenciosa. Me quité los zapatos para no llenarlo todo de barro. Corrí a prepararme un té caliente. Sabía que era inútil revisar el correo. No habría más que aburridas facturas por pagar. Bebí mi té mientras leía la última novela de Mary Higgins Clarck.

Después me acosté en mi cama fría y áspera. Como cada día.


FIN