viernes, 1 de agosto de 2008


SINFONÍA

Miro la partitura. Saco el saxo de su funda de manera delicada, pero firme. Lo miro, lo acaricio y coloco mi boca en su orificio. Aparecen notas débiles y perezosas, que pronto se estiran, se enaltecen. Están vivas, flotan, juguetean en el aire mariposas. Somos uno y uno somos. Todo lo invade nuestra alegre melodía.
Las sienes me palpitan, tengo los pulmones acerados. Siento como los acordes se extienden por mi cuerpo y me hacen levitar en el aire. Las últimas notas me zarandean implacables, y desvalido, voy a parar al suelo; exhausto, pero colmado.

FIN

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