domingo, 30 de octubre de 2011

Bernard Quiriny

Nacido en Bélgica en 1978 Quiriny es un escritor y periodista de « chronic’Art » y de una revista literaria. Vive en Bourgogne y en 2005 publicó su primera recopilación de novelas titulado “la angustia de la primera frase”, que desgraciadamente no está (todavía) traducida al español, con el que ganó el premio de la Vocación. Su segundo compendio de novelas si ha sido traducido al español y se llama “cuentos carnívoros” que le ha valido el reconocimiento como uno de los veinte mejores libros de 2008. También recibió el premio Rossel 2008 que es el premio más prestigioso de Bélgica y viene a ser como el premio Cervantes en España.
Como a mí eso de los premios me la rempamplimfa, hace unas semanas leí “Cuentos carnívoros” para ver si realmente era tanto como lo estaban inflando en Francia o debía volver a poner a caldo a otro maldito imitador de escritor como viene siendo habitual en los últimos tiempos, pero debo reconocer que este libro me impresionó como hacía mucho tiempo que no me impresionaba nada de lo que leía. Y no estoy exagerando, cuando terminé de leerlo, no podía hacer nada más que preguntarme quién era realmente ese tipo capaz de escribir sobre cosas así y hacerlo de esa manera. Investigué en internet y descubrí que “Cuentos carnívoros” era su segundo libro ¡Hay otro! Me dije consternado. Se llama “La angustia de la primera frase” que como dije antes ¡no se ha traducido al español! pero si podéis conseguirlo, no tiene desperdicio. Consta de quince novelas y comienza con la que da título al libro coronada por una frase de Lyotard “Que una frase sea la última, solo lo puede decir otro, por lo tanto esta nunca será la última” y ya aquí aparece Gould, personaje fetiche de Quiriny, obsesionado por escribir la mejor primera frase de la historia de la literatura, más conocido vulgarmente como bloqueo del escritor o miedo a la página en blanco. Seguido de un vecino demasiado servicial, la práctica de la maldad como una empresa muy lucrativa [literalmente] nueve historias breves, una pesadilla de Karl Marx, intelectuales que saltan por los aires dependiendo de la excelencia de su idea la altura del salto, un estremecedor trabajo en el museo, el antepasado encerrado en el muro de la casa, la ciudad que nos lleva a todas las ciudades y muchas otras en las que Quiriny va elaborando todo un universo de imaginación y magia donde nos sumergimos como buzos para contemplar a esos extraños peces que no ven la luz solar. Pero en el caso de Quiriny lo que no falta es la luz en ninguno de sus relatos.
En “cuentos carnívoros” podemos encontrar a un botánico enamorado de su planta carnívora; un cura argentino con la facultad de desdoblarse en diferentes cuerpos (juasjuas); once escritores muertos que nadie ha leído jamás, muy cercano a “la sinagoga de los iconoclastas” de Wilcock; una mujer\naranja que se deja beber, literalmente, por sus amantes; una sociedad de estetas fascinados por las mareas negras; unos indios de la amazonia cuyo idioma no entiende ningún lingüista hasta que nuestro amigo Pierre Gould llega a la conclusión de que lo que hacen es decir cualquier cosa, lo primero que se les ocurre con la finalidad de disfrutar con ello. Y digo nuestro amigo Pierre Gould porque ya lo conocemos de “la angustia de la primera frase” transformado en diferentes héroes por el gran mago Quiriny. En definitiva, “cuentos carnívoros” son catorce novelas fantásticas donde la imaginación se hace dueña y señora de todo nuestro entorno y con la que volamos gracias a su maravilloso estilo. Un verdadero artesano del cuento que se adentra sin miedo y sale reforzado de los laberintos borgianos y del “Passe-Muraille” (no sé muy bien como traducirlo) de Marcel Aymé.
Y es que Quriny recupera un superrealismo, bañado de poesía, aderezado con la narrativa fantástica más Poe que hemos podido encontrar en los últimos tiempos en el panorama internacional y con una pizquita de pimienta de la mano de su humor negro siempre bien dirigido; ya que nunca da puntada sin hilo.
Los cuentos carnívoros se devoran sin pena en su conjunto llenos de malicias y sutilezas. Amantes de lo fantástico, estos cuentos insólitos poblados de extrañezas no podrán más que encantaros, como a mí, a la hora de sentarme a su mesa culinaria. Un consejo: degustarlas lentamente para saborear mejor y disfrutar de toda la fineza y a veces la mordacidad y causticidad que desarrollan.
Y es que no es por azar que se suela comparar a Quiriny con los grandes maestros de la literatura fantástica, tales como Poe, Borges, Cortázar o incluso el belga Thomas Owen (y que conste que digo comparar eh, no que pueda estar a su altura, que tampoco nos vamos a volver locos). Pero eso sí, si os gustan los antes citados, no cabe duda de que Quiriny se hará un huequecito en seguida dentro de vuestros corazones, como lo ha hecho en el mío. 
Anotad este nombre Bernard Quriny, pues vais a oír ciertamente todavía hablar mucho sobre él en los años que vienen y si no es así… ¡eso que se perderá la literatura! Además, ¿Qué mejor momento para leer literatura fantástica que ahora que nos acercamos a Halloween?
Por lo tanto, lean, lean a Quriny, y ¡Qué ustedes lo devoren bien!

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