martes, 29 de noviembre de 2011

José Cadalso

José Cadalso es uno de los escritores más representativos del siglo XVIII. Nació en Cádiz en 1741 estudió humanidades y ciencia, viajó por un gran número de países europeos y se hizo militar. Trató de prosperar en el ejército pero su carrera se vio postergada varias veces hasta que murió en el campo de batalla en 1782. En cuanto a su vida literaria, fue bien acogido en las principales tertulias literarias de Madrid, se relacionó con los escritores de la llamada escuela de Salamanca y vivió una de las historias más comentadas de todo el siglo XVIII cuando se enamoró de la actriz María Ignacia Ibáñez que moriría prematuramente; lo que  dio origen a que Cadalso escribiera  “Noches lúgubres”, texto que tratamos hoy aquí, y del que se ha discutido largo y tendido acerca de la posible realidad de la historia sobre el desenterramiento de su amada. Hoy en día los especialistas tienden a pensar que fue una historia totalmente inventada por Cadalso, pero sí que se vio influido en su imaginación por la muerte de María Ignacia, pero durante mucho tiempo se pensó que realmente podía haber llevado a la realidad los hechos que en ella se narran. Más allá de la posible autobiografía de la obra, lo que sí que podemos considerar como cierto es que se trata de un relato que se adelantó al romanticismo, tanto en la historia como en la ambientación y el tratamiento del personaje principal como ser plenamente romántico, gracias a su pesadumbre de vivir, su deseo de morir y su rebeldía contra un mundo que no comprende y que siente ajeno a él. Precisamente, no fue con esta obra con la que gozó de mayor popularidad en vida, sino con “Los eruditos a la violeta” que se trata de una crítica a los que quieren saber mucho estudiando poco, tema de absoluta actualidad hoy en día. Las “Cartas marruecas” es actualmente la obra más importante de Cadalso, en forma epistolar, tres personajes: dos marroquíes, Gazel y Ben-Beley y un español, Nuño repasan el panorama actual español de su tiempo en una maravillosa crítica de costumbres con finalidad patriótica, desde una perspectiva vital, atormentada y contradictoria. Texto muy aconsejable debido al lamentable trance por el que pasa España en la actualidad.
En cuanto a “Noches lúgubres” se trata de una novela cuyo texto más antiguo parece fechado en 1775, se trata de un manuscrito encontrado en el museo Británico. En la de 1815 se publica el final de la tercera noche y en otras posteriores apareció hasta una cuarta, cuya polémica todavía no se ha terminado de aclarar. También hubo polémica, como ya he dicho antes, sobre la posible parte autobiográfica de la obra.
Se narra la historia de Tediato, totalmente dialogada, donde en tres noches, divididas casi como si se tratara de actos teatrales, se narran las peripecias de éste, en su intento de desenterrar a su amada. Para ello contará con la ayuda del sepulturero, con el que llegará a establecer una emotiva amistad. En la primera noche tratan de desenterrarla, pero justo cuando lo van a lograr les descubre el alba y deciden dejarlo para el día siguiente que se le complica a Tediato porque le meten preso confundiéndole con un asesino, cuando todo se aclara ya es demasiado tarde y finalmente la empresa se pospone para la tercera noche, aparentemente incompleta, en la que parece que es cuando finalmente logran desenterrar el cadáver de la amada del protagonista, acto que efectivamente no se llega a ver en la obra, finalizando con un dialogo de Tediato en el que se refleja un claro alegato a la amistad nacida entre los dos personajes y que termina con un expresivo “andemos, amigo, andemos”.
Lo más destacable de la obra es el comienzo de la primera noche, con un impresionante monólogo del protagonista, de corte claramente romántico a pesar del año en el que parece haber sido escrito. Muchos años antes del nacimiento de la corriente literaria, pero con expresiones como “la oscuridad, el silencio pavoroso, la luz de los relámpagos, lúgubre” términos claramente románticos. Además encontramos frases como “¡Ahí si fuese el último (día) de mi vida, cuán grato seria para mí!” típico deseo romántico de suicidio o muerte debido a la pesadez de la vida. No hay que olvidar que Tediato se enfrenta a la justicia, otra característica romántica de eterno rebelde contra el sistema y las leyes establecidas. Además, encontramos numerosas enumeraciones por acumulación de imágenes descriptivas “El lecho conyugal, teatro de delicias; la cuna en que se cría la esperanza de las casas; la descansada cama de los ancianos venerables; todo se inunda en llanto…, todo tiembla” aquí nos encontramos ante un tratamiento típicamente barroco, extraño en la época de Cadalso donde todo lo que oliera a barroquismo se perseguía como si se tratara de una enfermedad mortal. En esa frase además, encontramos la metáfora de la cuna a la tumba, la ancianidad, con el paso del tiempo como referente y el teatro como el gran teatro del mundo, para llegar a la hipérbole final con la lectura de tristeza y decadencia del mundo. Llama la atención en todo el texto la escasez de verbos, la mayoría de ellos elididos ante las reiteraciones que marcan un ritmo en el texto muy cercano a la poesía con unidades métricas incrustadas. Nos va introduciendo así a través del paisaje en el estado de ánimo del protagonista a la vez que nos informa de porque se encuentra en ese estado, el día en el que se murió su amada el mundo se volvió negro y sin esperanza. Sin duda aquí están muy presentes los verdaderos sentimientos del autor ante la muerte de su enamorada. Así continúa el hilo de sus pensamientos hasta Lorenzo, el sepulturero con el que ha quedado para llevar a cabo el desenterramiento de la chica y con el que ha convenido pagarle por sus servicios “¿si la esperanza del dinero le traerá? Sin duda…, el dinero… ¡Ay, dinero, lo que puedes!” para continuar hablando de la chica y la pena que siente por su pérdida hasta que “¿si será de Lorenzo aquella luz trémula y triste que descubro?” como metáfora de la esperanza que le lleva al aparecer allí para llevarle a reunirse con su amada y al que describe con adjetivos que le hacen aparecer como un ser más cercano a los vivos que a los muertos “cuyo encuentro horrorizaría a quien le viese.”

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