miércoles, 27 de julio de 2011

"Rosas, restos de alas" Pablo Gutiérrez

Acabo de terminar de leer “Rosas, restos de alas” del escritor gaditano Pablo Gutiérrez. Este profesor de literatura de instituto nacido en 1978 sorprendió a propios y extraños con uno de los libros más prometedores del panorama literario español de nuestros tiempos. Cuando todos creíamos que ya no había solución a tanta mediocridad aparece este chico (le llamo así con todo el respeto porque si le ves parece el chico del barrio) con esta, su primera novela, obtiene el premio Tormenta al mejor autor novel de literatura castellana y entra a formar parte por derecho propio entre los 22 mejores escritores de nuestra lengua por la revista británica “Granta” a parte de esta obra tiene una obra de teatro “Carne de cerdo” premio Miguel Romero Esteo de dramaturgia y ha publicado en 2010 “Nada es crucial” premio ojo crítico de ese mismo año, la cual estoy deseando hincar el diente en cuanto tenga la oportunidad.
A sus 35 años Pablo se ha criado en plena explosión de la cultura pop, años en los que la televisión era el dios omnipresente de la casa o como el la llama “la siempre encendida” y todo eso se nota en su narrativa, también resalta su sobrado conocimiento del arte poético donde no encuentra ningún problema en sumergirse de vez en cuando dentro de su relato con resultados más que evidentes. Debo reconocer que esta novela me ha sorprendido desde el principio con ese comienzo “Página impar, autodefinido” que nos lleva hacia la descripción cruda y llana de una persona perdida y sola en el siglo XXI. Un treintañero a principios de un siglo angustiante y desolador. Demasiado mayor para no sentirse incumbido por todo lo que sucede, demasiado atado como para hacer algo. Entonces empieza ya ha hablarnos de los problemas con su mujer. Otro de los grandes males del siglo, millones de parejas que no aprenden nunca a convivir y terminan en un fracaso pregonado por el egoísmo y el escaso esfuerzo.  
“si tuviera pensamientos, si tuviera esos asideros que a los demás les sirven para evitar la vía y la soga, éste sería un buen lugar para urdir un plan de salvamento. Salvemos a MÍ, tan cerca de la extinción.” Imágenes reiteradas del ser anodino, perdido y solo. Sin saber cómo sobrevivir reconoce sus escasos medios y su hundimiento más absoluto.
No sé qué es lo que me gusta más de Pablo Gutiérrez, si las cosas que dice o cómo las dice “la opinión pública es insensible a mi pequeña tragedia, soy Somalia.”
Y sigue “temeroso del verdadero Diablo XXI que se llama Soledad-Locura.”
Es un hombre medio, un hombre como puede ser cualquiera que atraviesa la ciudad en el metro a hora punta para ir a trabajar, una pobre víctima de la sociedad y su educación, tan insignificante que no es capaz de revolverse contra aquello que lo oprime y simplemente se limita a coexistir con un mundo que le ha sido impuesto, porque para él todo es inmutable, no hay nada que pueda hacer para cambiar las cosas,  “no pienso. Estoy aquí, permanezco.” Ese existir como podría hacerlo cualquier animal del planeta.
Luego nos cuenta algo más de él. Parece que anda perdido en algún lugar de playa, parece estar de vacaciones pero no tiene mucho que hacer. Puede que este huyendo, haya escapado para respirar un poco y alejarse de todos los problemas causados por el divorcio.
Realmente Pablo Gutiérrez se desenvuelve por su libro como un auténtico maestro. En ningún momento asoma el escritor primerizo y dubitativo que uno espera. Domina todas las técnicas y las utiliza con armonía y saber hacer. Como lo haría un pintor sobre un lienzo al que moldea y da forma con cada palabra y no lo hace, como suele suceder, diciendo, mira lo que sé hacer. Sino que en él suena natural y siempre adecuado al tono. Utiliza la primera, segunda y tercera persona, va del pasado al futuro pasando por el presente con una delicadeza tal que realmente me parece estar escuchando jazz. Así logra mezclar el momento actual en el que está reflexionando sobre todo lo pasado y futuro, sobre la vida, la ciencia y la filosofía, junto con los recuerdos de su relación tambaleándose y su infancia hasta llegar al momento en el que conoció a su mujer y se casaron mientras nos enteramos de que realmente nunca la quiso pero que siguió con ella por lo que sigue mucha gente, comodidad, falta de fuerzas para romper con algo. Vemos los primeros pasos que le llevaron hacia la literatura como la historia de la redacción que la profesora les pide en subjuntivo y él la hace en infinitivo porque su padre acaba de morir y la profesora le abraza y llora cuando él se pensaba que le iba a castigar y termina diciendo “me digo por dentro y bien fuerte que no volveré a escribir.” Menos mal que no lo cumplió.
Nos enteramos de que ha dimitido en el trabajo y sigue mirando el mar mientras entre las olas se cuela aquella vecina que tenía que era puta. Típica imagen del despertar a la sexualidad del niño que le lleva a hablar de que había varias como ella con una curiosa descripción. “Sin rubor paseaban esa pinta grotesca y necia que las hacía tan deseables de ser raptadas, ultrajadas, sacudidas contra el salpicadero de un coche.” Comienza describiéndolas como algo detestable pero es esa misma imagen de la chabacanería lo que las da el sentimiento del protagonista a desear sacudirlas contra el salpicadero en una imagen absolutamente animal del ser humano.
En definitiva nos habla un poco de la vida del barrio con sus chismes y sus pequeñas aventurillas dentro de la rutina habitual. Un niño normal criado en un barrio obrero con sus pequeñas gamberradas y sobresaltos que vistos desde los ojos del ser hundido y fracaso que se siente ahora el personaje le hacen en cierto modo desear volver a vivir todo ese tiempo. Pero es alguien que quiere luchar por cambiar, hacer de su vida algo diferente, por eso a dejado el trabajo y se debate entre su viejo yo y su nuevo yo “la vieja sopa de pavor, no-identidad y huesos molidos en la que me cuezo.” En cierto modo nos recuerda a ese diario de adolescente en el que se escriben cosas que en ese momento son el centro del universo para aquel muchacho.
Pequeñas críticas hacia la sociedad, la estructura familiar y religiosa se van produciendo durante toda la obra “la parroquia, allí con sus microencéfalos delante de estatuitas como si de alguna parte fueran a venir a solucionarle los problemas.”
Entonces entre todos sus recuerdos, proyectos, miedos y pensamientos, se cuela la historia de una niña desaparecida por la zona en la que él se encuentra tratando de dilucidar su futuro, encontrar su nuevo yo y volver al mundo como una persona nueva y más adelante llegará a estar en el cuartelillo como posible raptor de la niña. Finalmente, sin dinero y sin coche no tiene más remedio que llamar a su ex mujer para que lo saque de ese atolladero y ella viaja hasta Portugal para ayudarle. Es ahí donde se para la historia, en una especie de cruce de caminos, no se sabe muy bien si volverán a estar juntos o cada uno tomará caminos separados, un final que se podría comparar con una canción country en la que los protagonistas se miran preguntándose ¿Y ahora qué?

En mi edición de lengua de trapo incluyen algunas historias más del mismo autor porque la verdad es que la historia principal se queda un poco corta en cuanto a cantidad, nunca en cuanto a densidad ni calidad, pero la verdad es que yo os recomiendo que paséis un poco de ellas porque realmente la que tiene verdadera calidad literaria es esta “Rosas, restos de alas” y tal vez un poco en “Habitaciones” novela de bolsillo 1: el existencialismo, donde alcanza momentos de gran nivel.
En definitiva, este es un libro que nadie debe perderse porque en él asistimos al nacimiento de un gran narrador del que espero que dentro de unos años podamos decir que fue uno de los mejores escritores de este nuevo siglo, hasta ahora tan reseco de buena narrativa española.

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