Robert Musil provenía de una familia de la baja
nobleza. Destinado a la carrera militar abandona la academia y se licencia como
ingeniero. Aunque también estudio psicología, lógica y psicología experimental
en la Universidad de Berlín. Enseñó ingeniería mientras escribía su primera
novela, Las tribulaciones del joven Törless (1906), descripción de la vida de
unos adolescentes en un colegio militar. El éxito de esta obra le animó a dejar
la enseñanza y a compaginar su trabajo como bibliotecario y editor de una
revista con la escritura. Su obra más importante es evidentemente esta que
vamos a tratar hoy, “El hombre sin atributos” (1930–1943), la cual constituye
una de las obras narrativas más ambiciosas del XX en la que analiza la crisis
espiritual de su época y la descomposición del Imperio austro-húngaro, pero
antes de pasar directamente a la obra me parece bastante interesante remarcar
su momento histórico. Situada la acción en una fecha anterior a 1914 o lo que
es lo mismo, pocos años antes de la primera guerra mundial, con la caída del
imperio. Es evidente que Musil elige estas fechas, consciente de su simbolismo.
Lo que realmente intenta reflejar es la decadencia de un mundo imperialista que
se desmadeja por su propia estructura. Una sociedad sin rumbo y sin esperanza
con la que nos podemos vincular muy fácilmente en la actualidad “Nos lanzamos
de rodillas en el subsuelo del tiempo y creemos pertenecer al presente.” Esta
frase es especialmente interesante ya que habla de la sensación de que vivimos
en la mejor época, con los mejores avances y la mayor calidad de vida pero realmente
no es así. Aunque todavía me parece más importante la fecha en la que comenzó a
escribir el libro. 1930, un año después del crac del 29 que haría temblar todo
el mundo bursátil y la primera gran crisis del capitalismo. Y la última fecha
es la de su finalización, no total evidentemente porque no pudo terminar su
cometido ya que la muerte le sorprendió donde siempre había estado, en su
despacho trabajando. 1943 dos años antes de que acabara la II guerra mundial.Todos estos personajes viven en una ciudad llamada Kakania donde se pasean y piensan dentro de esa libertad proclamada por Nietzsche, sin olvidarnos del trasfondo político existente en el Imperio.
Ahora pasaré a desmadejar alguno de los pensamientos fundamentales de la obra. Aunque evidentemente ya he hablado de ellos para designar a los personajes. Lo más importante de la obra son los dos conceptos que Musil toma de Nietzsche:
-Al no existir Dios el centro del universo se desplaza ¿Al hombre? Más bien al superhombre. “Es el diablo el que ha construido el mundo europeo, y Dios ha querido permitir a su oponente demostrar lo que era capaz de hacer.” Como no existe Dios no existe el diablo y menos el pecado, por lo que todo lo que consideramos como bien y mal entra en controversia o desaparece, como el pobre Moosbrugger. “Tenía la necesidad de ser el centro de un gran calor vivo.”
-La infinidad de realidades. Si dudamos de todo, deja de ser real y a la vez cualquier cosa puede serlo.
-Las dos almas. Una creada por la sociedad que nos obliga a hacer lo que es aceptado socialmente. La otra es nuestro verdadero yo, aquel al que tratamos de enterrar para que se quede siempre bien oculto o se despertaría creando un enorme caos en el mundo. El hombre que se libera de la sociedad “nadie es únicamente una persona de razón o de provecho; cada uno ha comenzado su andadura en este mundo con un alma viva, pensó ella, pero lo cotidiano lo empantana, las pasiones ordinarias pasan sobre él como un incendio, y la frialdad del mundo provoca en él ese gel que le consume el alma.” Esta idea de Nietzsche está tomada a su vez del pensamiento budista del que el gran filósofo llegó a denominar como la más perfecta y mejor acabada de todas las religiones, si bien admitió en ella algunos desajustes. Pues algunos maestros budistas del siglo IX llamaban el "hombre verdadero sin situación", a un ente marginal y carente de esencia fija y de definición cerrada. No obstante se cuenta una curiosa historia sobre el maestro de la secta budista T ch'ang al hablar asía ante su auditorio. "Sobre vuestro conglomerado de carne roja hay un hombre verdadero sin situación, que sin cesar entra y sale por las puertas de la cara. ¡A ver qué opina de esto alguno que no haya hablado todavía!'. Uno de los monjes salió del grupo y preguntó cómo era el hombre verdadero sin situación. El maestro bajó de su banco de meditación y atrapando al monje e inmovilizándolo, le ordenó: '¡Dilo tú mismo, dilo!'. El monje vaciló. El maestro lo soltó y dijo: 'El hombre verdadero sin situación es un montoncito cualquiera de excremento'. Y se volvió a su celda".
El profesor Demiéville también trató el concepto: "La expresión hombre verdadero deriva directamente de los filósofos taoístas de la Antigüedad, aunque también haya sido utilizada para designar a Buda y al Arhat (el santo liberado) en las primeras traducciones chinas de los textos búdicos. La palabra situación se aplica en el vocabulario administrativo a la situación de un funcionario en la jerarquía oficial. Como esa jerarquía incluía a toda la élite social, que era la única que contaba en la antigua China, un hombre sin situación era un ente marginal, carente de estatuto, una entidad indeterminada. Es más o menos en el sentido de Lin Tsi que el novelista austriaco Robert Musil, que se interesaba tanto por Lao Tsé poco antes de su muerte trágica en 1942, concebía a su héroe como un hombre sin características particulares, Der Mann ohne Eigenschaften (El hombre sin atributos en la traducción castellana)".
En el Imperio Austrohúngaro declinante, agobiado por las pomposas pretensiones de la Corte y por las constantes reivindicaciones del archipiélago de pequeñas y grandes naciones y culturas que lo componían, ser un hombre sin atributos, reivindicar sólo la propia disponibilidad, sin previas adhesiones obligatorias a supuestas causas, sagradas o no, a determinadas normas de conducta, dictadas de una vez y para siempre y destinadas a regir la sucesión de generaciones fugitivas, supuestamente idénticas unas de otras, representaba no una forma de egoísmo o una manera de volverle la espalda a la realidad, sino una sana desconfianza hacia lo consabido, lo no reflexionado, lo impuesto por la inercia aplastante del mundo “Pienso, dice Ulrich, que todo progreso es al mismo tiempo una regresión. Nunca hay progreso sino en un sentido determinado. Y como nuestra vida, en su conjunto, no tiene ningún sentido, ella no conoce de ninguna manera, en su totalidad, el verdadero progreso.” Igual que podríamos encontrar en esos personajes deshilachados de Samuel Beckett. Lo que está claro es que Musil continúa de plena actualidad en las reflexiones actuales sobre la crisis y el estatuto del sujeto, y en la desconfianza de algunos hacia todas aquellas ideologías que exaltan, sin mayores precisiones, los méritos discutibles del concepto de identidad.
Espero que hayan quedado claros los puntos más importantes de esta monumental obra de Musil, evidentemente he tenido que seleccionar lo que me pareció más importante porque si hubiera tratado cada apartado filosófico del libro en profundidad hubiera necesitado escribir un nuevo tomo de la novela. Espero que este artículo os de ganas de leer a un escritor tan rico en ideas filosóficas como es Musil y lo disfrutéis como un buen coñac, a sorbos largos y delicados.
2 comentarios:
pura filosofia... resulta prometedor!!
hola jesus, se puede bajar este libro, el hombre sin atributos, lo necesito para estudiar, gracias y un abrazo
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