martes, 17 de septiembre de 2013

Leopold von Sacher-Masoch

Nace el 27 de enero de 1836 y muere el 9 de marzo de 1895, fue un escritor austríaco reconocido en su época por sus descripciones de la vida, paisajes y costumbres de todas las regiones que formaron el Imperio Austrohúngaro.
En nuestros días su celebridad se debe ante todo al escándalo que acompañó la publicación de algunas de sus novelas, en particular de “La venus de las pieles” y a ser el apellido Masoch el inspirador de la palabra masoquismo, cuya utilización para definir ciertos comportamientos sexuales aparece por primera vez en Psicopatía sexual (1886), de Krafft-Ebing, quien le otorgó este dudoso honor a causa de las peculiares aficiones de sus personajes.
Leopold Von Sacher-Masoch nació en el seno de una familia aristocrática en Lemberg, provincia de Galitzia. Su padre era jefe de policía, un alto cargo en la administración del Imperio. Estudió Derecho, Historia y Matemáticas en la ciudad austríaca de Graz. Tras doctorarse trabajó como profesor de Historia en su ciudad natal, para posteriormente dedicarse al periodismo y la literatura. Sus contemporáneos valoraron en él de forma especial sus excelentes ensayos sobre minorías étnicas austro-húngaras y su Galitzia natal. Es de destacar su simpatía por los judíos, lo que le valdría el agradecimiento de esta comunidad. Gozó del reconocimiento de contemporáneos de la talla de Zola, Ibsen y Victor Hugo.
Una gran parte de la obra de Sacher-Masoch está constituida por cuentos nacionales y novelas históricas agrupadas en ciclos. Sus historias tienen generalmente por heroína una mujer dominante o sádica, como en Agua de juventud que retrata la sangrienta historia de la condesa Báthory. Dos de sus novelas, Pescadores de alma y La madre de Dios, tratan de sectas místicas, mientras que la mujer separada, que en su momento fue un gran éxito, se inspira en la infeliz relación que mantuvo con madame Kottowittz.
Su serie de novelas El legado de Caín estaba dedicada en un principio a tratar todos los grandes temas de la vida contemporánea: el amor, la propiedad, el Estado, la guerra, el trabajo y la muerte. Sacher-Masoch sólo pudo completar las series sobre el amor y la propiedad; del resto no quedan más que esbozos. La Venus de las pieles (1870) era la quinta de una serie de obras sobre el amor y se convirtió al mismo tiempo en un escándalo y en un éxito en Francia por sus descripciones del tipo de apetencias y deseos que han inmortalizado el apellido de este autor: hacerse atar, azotar y humillar por una mujer corpulenta vestida con pieles, firmar un contrato como esclavo e incluso la incorporación de un tercer amante.
En sus novelas retrató a seres que gustaban de este tipo de prácticas sexuales. Sacher-Masoch era seguidor y partícipe, siendo de su agrado tanto el papel de víctima como dejarse cazar, típico de este comportamiento. Murió en 1895 de un ataque al corazón en la ciudad de Lindheim, en Hessen y sus últimas palabras fueron «aimez moi».
Quiero hablar de este curioso escritor para desmitificar en gran parte su figura y explicar en la medida de lo posible su obra. Lo primero que hay que decir es que Masoch no es un personaje particularmente relevante del masoquismo al estar más próximo al médico que al enfermo trata de diagnosticar los grandes males del mundo. Sigue paso a paso la enfermedad genérica del hombre. Si los personajes, situaciones y objetos del masoquismo reciben este nombre se debe a que adquieren una dimensión desconocida, desmedida, que rebasa tanto lo inconsciente como las consciencias. El héroe de novela está hinchado de poderes que exceden tanto su alma como su entorno. Desplaza la cuestión de los sufrimientos. Al depender de un contrato, trata de deshacer el vínculo del deseo con el placer. Nada que ver con la desgraciada novela de E. L. James “50 sombras de Grey” indigna heredera del género. Pues en las bases del masoquismo la mujer-verdugo envía sobre el masoquista una onda retardada del dolor, que éste utiliza evidentemente no para obtener placer, sino para remontar su curso y constituir un proceso ininterrumpido de deseo. Lo esencial se convierte en la espera o el suspense como plenitud, como intensidad física o espiritual. Los ritos de suspensión se convierten en los personajes novelescos por excelencia: la mujer verdugo y el héroe-víctima que espera el golpe. Es ese suspense lo que hace especiales las obras de Masoch en una analogía con un tribunal y el aplazamiento ilimitado de Kafka: un destino diferido, una justicia que no se confunde con la ley.
Otro de los temas fundamentales de este escritor es la animalización de los personajes sobrepasando al psicoanálisis en su figura edípica más compleja. No imitan a ningún animal, se han vuelto indiscernibles. En vez de transmitir el hombre sus fuerzas adquiridas a las del animal, se transforma en algo nuevo, una constante transformación del hombre a través del dolor como jesucrito en la cruz, el amor de la edad media, inconcebible sin sufrimiento, el hombre hecho sufrimiento, no como algo negativo, sino como una posibilidad de regenerarse, hoy en día que huimos del dolor como de la peste y a la vez nos cuesta tanto progresar tal vez deberíamos pensar más seriamente la influencia del dolor en el ser humano. Pero lo más interesante en Masoch es que no busca el placer, sino esa figura edípica de la que hablaba antes al recordar donde encontramos la nostalgia de un pasado familiar, especialmente en la descripción del mobiliario, mezcla de pesadez wilhelminiana y de rastro medieval. La autobiografía en fiestas familiares donde toda la supuesta luminosidad de dicha fiesta lo sume en la oscuridad de un amor platónico de su padre infiel. Sería difícil establecer una especie de catálogo de sus obsesiones en una especie de cronología de sus fantasmas, separar al escritor del biógrafo, discernir la creación del ser doliente.
Pero no os equivoquéis, Masoch no es Sade, se podría decir que incluso es todo lo opuesto, no es un autor libertino, sino que solamente quiere estudiar al ser humano en toda su complejidad, y mediante la filosofía freudiana la parte sexual y las supuestas desviaciones de sus personajes, hasta llegar a preguntarse hasta que punto se les puede considerar como depravados.

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